El final del siglo XIX y principio del XX fue la época dorada del cartelismo, una novedosa forma de expresión artística que mezclaba publicidad y arte.
En esa época nacieron nuevas técnicas publicitarias de la mano del industrialismo y cuyo soporte eran los carteles. La primera publicidad de masas era un arte nuevo que abandonaba los museos para abrirse a la luz de la calle y hablar a todos los ciudadanos por igual, sin distinción.
Fue una auténtica revolución, difícil de imaginar hoy en día, cuando los viejos carteles y la cultura de masas hace ya tiempo que entraron en los museos, aunque aún hoy deslumbran por la eficacia de su mensaje, su rico colorido y su anecdotario costumbrista.
Se trata de un arte íntimamente relacionado con el lujo y los placeres de la vida. La entrada del cuerpo femenino como reclamo publicitario data de entonces. La corrección política todavía no se había inventado y la utilización de la mujer para fines publicitarios, lejos de considerarse reaccionaria, era entendida en ese momento como expresión de libertad y atrevimiento.
Y por supuesto, también irrumpe con fuerza en el cartel publicitario el ámbito del deporte, que en ese momento empieza a conferir estatus social a quien lo practica.
El modernismo ilustraba la portada de una revista, la etiqueta de una bebida de moda, una marca de velocípedos o el anuncio de un tratamiento para la sífilis. La vida cotidiana tomaba el arte al asalto y artistas como Alexandre Steinlein, Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Alphonse-Marie Mucha o Maxfield Parris abrían unos senderos que dejarían expedito el camino de las vanguardias (por ejemplo, Joan Miro y Andy Warhol, que defendieron un arte popular y seriado).
Escuchar: Alaska y Dinarama, Bote de Colón
domingo, 26 de octubre de 2008
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