lunes, 28 de febrero de 2011

Mis amigos: Succo y Negrito



«Hasta que hayas amado a un animal, una parte de tu alma estará dormida.» (Anatole France)

«No existe mejor psiquiatra en el mundo que un cachorro lamiendo tu cara.» (Ben Williams)

«Podemos juzgar el corazón de un hombre según trata a los animales.» (Immanuel Kant)

«Los animales son amigos tan agradables: no te hacen preguntas, ni te critican.» (George Elliot)

«Los ojos de un animal tienen el poder de hablar un gran lenguaje.» (Martin Buber)

«Quien haya dicho que no se puede comprar la felicidad no estaba pensando en cachorritos.» (Gene Hill)

viernes, 25 de febrero de 2011

El gen del mal despertar

Karen Hoepting

Los gatos conservan la energía durmiendo más que cualquier otro animal, especialmente a medida que envejecen. Es común en ellos las largas siestas, usualmente de 13 a 14 horas como promedio de duración. Algunos pueden dormir hasta 20 horas.

Un gato adulto pasa alrededor del 60-65 % de su tiempo durmiendo. Sin embargo, a diferencia del cachorro, que duerme profundamente, el adulto permanece en una especie de duermevela, intercalando fases de sueño ligero con otras, más cortas, de sueño profundo. Conforme van envejeciendo, los gatos duermen cada vez más, llegando a dormir, incluso, el 75% del tiempo.

Jim Davis

Debido a su naturaleza nocturna, frecuentemente entran en un período de hiperactividad y alegría por la tarde, apodado vulgarmente como "locura de la tarde", "locura de la noche", "la hora del gato loco" o "demencia de media hora" por algunos científicos.

En cuanto a los humanos... “¿Se te pegan las sábanas y te cuesta horrores abrir los ojos cada mañana? Un grupo de investigadores estadounidenses de la Universidad Northwestern podría haber identificado el gen que, cuando está ausente, hace que a algunas personas les cueste tanto dejar atrás el sueño a la hora de despertarse.Chema Lera

Según explicaban Ravi Allada y sus colegas en un artículo publicado en la revista Nature, el gen CG4857, apodado “veinticuatro” e identificado en moscas de la fruta (Drosophila melanogaster), altera la producción de una proteína llamada PER. Cuando no está presente, hace que las moscas no tengan un ciclo regular y presenten dificultades para reaccionar justo antes del amanecer, lo que en la teoría sería similar a lo que le sucede al ser humano.

Por otra parte, trabajando con mil moscas con el gen sobreexpresado detectaron que su ciclo diario se alargaba a 26 horas, en lugar de 24, lo que sugiere que el gen podía estar involucrado e influir en el reloj biológico de los insectos.

“La función del reloj biológico es decirle a tu sistema que esté preparado, que el sol está saliendo y que es hora de levantarse”, explica Allada.”

Fuentes: Muy interesante, MundoGatos

Imágenes: Jim Davis, Karen Hoepting, Chema Lera

jueves, 24 de febrero de 2011

La Luna que cautiva

Eric Hu

Cuando parta,
dejadme ser, como la luna,
amigo del agua.

MIZUTA MASAHIDE


En las noches claras,
resuelvo el problema de la soledad del ser.
Invito a la luna y con mi sombra somos tres.

GLORIA FUERTES


«En el majestuoso conjunto de la creacion, nada hay que me conmueva tan hondamente, que acaricie mi espiritu y de vuelo desusado a mi fantasía como la luz apacible y desmayada de la luna.» (Gustavo Adolfo Bécquer)

«Con la libertad, las flores, los libros y la Luna, ¿quién no sería perfectamente feliz?» (Oscar Wilde)

«¿Visteis la luna reflejar serena entre las aguas de la mar sombría, cuando se calma nuestra amarga pena, y siente el corazón melancolía?» (Rubén Darío)



BALADA DE LA LUNA EN EL PINO

La luna estaba en un pino,
rosa en el cielo violeta...
Hoy viene en una carreta,
muerto y sin rumor, el pino...

¿Vendrá la luna en el pino?

Sobre el polvo del camino,
¡oh, qué frescura violeta!
¡Cómo gime la carreta
por el morado camino!

¿Vendrá la luna en el pino?

¡Cuán blandamente va el pino
rozando el suelo violeta!
Llanto verde la carreta
llora, del verdor del pino...

¿Vendrá la luna en el pino?

¿Dónde está el lirio divino
de aquel naciente violeta?
¿Lleva, rosa la carreta,
como un esplendor divino?

¿Vendrá la luna en el pino?

La luna estaba en el pino;
hoy viene en una carreta,
muerto y sin rumor, el pino...

¿Vendrá la luna en el pino?

Juan Ramón Jiménez

Pintura: Eric Hu

miércoles, 23 de febrero de 2011

Catzilla y King Kat

Cat Kong

Catzilla

martes, 22 de febrero de 2011

Ylla

Giorgio de Chirico

Tenía en el planeta Marte, a orillas de un mar seco, una casa de columnas de cristal, y todas las mañanas se podía ver a la señora K mientras comía la fruta dorada que brotaba de las paredes de cristal, o mientras limpiaba la casa con puñados de un polvo magnético que recogía la suciedad y luego se dispersaba en el viento cálido.

A la tarde, cuando el mar fósil yacía inmóvil y tibio, y las viñas se erguían tiesamente en los patios, y en el distante y recogido pueblito marciano nadie salía a la calle, se podía ver al señor K en su cuarto, que leía un libro de metal con jeroglíficos en relieve, sobre los que pasaba suavemente la mano como quien toca el arpa. Y del libro, al contacto de los dedos, surgía un canto, una voz antigua y suave que hablaba del tiempo en que el mar bañaba las costas con vapores rojos y los hombres lanzaban al combate nubes de insectos metálicos y arañas eléctricas.

El señor K y su mujer vivían desde hacía ya veinte años a orillas del mar muerto, en la misma casa en que habían vivido sus antepasados, y que giraba y seguía el curso del sol, como una flor, desde hacía diez siglos.

El señor K y su mujer no eran viejos. Tenían la tez clara, un poco parda, de casi todos los marcianos; los ojos amarillos y rasgados, las voces suaves y musicales.

En otro tiempo habían pintado cuadros con fuego químico, habían nadado en los canales, cuando corría por ellos el licor verde de las viñas y habían hablado hasta el amanecer, bajo los azules Chirico, Héctor y Andrómacaretratos fosforescentes, en la sala de las conversaciones.

Ahora no eran felices.

Aquella mañana, la señora K, de pie entre las columnas, escuchaba el hervor de las arenas del desierto, que se fundían en una cera amarilla, y parecían fluir hacia el horizonte.

Algo iba a suceder.

La señora K esperaba.

Miraba el cielo azul de Marte, como si en cualquier momento pudiera encogerse, contraerse, y arrojar sobre la arena algo resplandeciente y maravilloso.

Nada ocurría.

Cansada de esperar, avanzó entre las húmedas columnas. Una lluvia suave brotaba de los acanalados capiteles, caía suavemente sobre ella y refrescaba el aire abrasador. En estos días calurosos, pasear entre las columnas era como pasear por un arroyo. Unos frescos hilos de agua brillaban sobre los pisos de la casa. A lo lejos oía a su marido que tocaba el libro, incesantemente, sin que los dedos se le cansaran jamás de las antiguas canciones. Y deseó en silencio que él volviera a abrazarla y a tocarla, como a una arpa pequeña, pasando tanto tiempo junto a ella como el que ahora dedicaba a sus increíbles libros.

Pero no. Meneó la cabeza y se encogió imperceptiblemente de hombros. Los párpados se le cerraron suavemente sobre los ojos amarillos. El matrimonio nos avejenta, nos hace rutinarios, pensó.

Se dejó caer en una silla, que se curvó para recibirla, y cerró fuerte y nerviosamente los ojos.

Y tuvo el sueño.

Los dedos morenos temblaron y se alzaron, crispándose en el aire.
Chirico, Misterio y melancolía de una calle
Un momento después se incorporó, sobresaltada, en su silla. Miró vivamente a su alrededor, como si esperara ver a alguien, y pareció decepcionada. No había nadie entre las columnas.

El señor K apareció en una puerta triangular.

-¿Llamaste? -preguntó, irritado.
-No -dijo la señora K.
-Creí oírte gritar.
-¿Grité? Descansaba y tuve un sueño.
-¿Descansabas a esta hora? No es tu costumbre.

La señora K seguía sentada, inmóvil, como si el sueño, le hubiese golpeado el rostro.

-Un sueño extraño, muy extraño -murmuró.
-Ah.

Evidentemente, el señor K quería volver a su libro.

-Soñé con un hombre -dijo su mujer
-¿Con un hombre?
-Un hombre alto, de un metro ochenta de estatura
-Qué absurdo. Un gigante, un gigante deforme.
-Sin embargo... -replicó la señora K buscando las palabras-. Y... ya sé que creerás que soy una tonta, pero... ¡tenía los ojos azules!
-¿Ojos azules? ¡Dioses! -exclamó el señor K- ¿Qué soñarás la próxima vez? Supongo que los cabellos eran negros.
-¿Cómo lo adivinaste? -preguntó la señora K excitada.

El señor K respondió fríamente:
-Elegí el color más inverosímil.
-¡Pues eran negros! -exclamó su mujer-. Y la piel, ¡blanquísima! Era muy extraño. Vestía un uniforme raro. Bajó del cielo y me habló amablemente.
-¿Bajó del cielo? ¡Qué disparate!
-Vino en una cosa de metal que relucía a la luz del sol -recordó la señora K, y cerró los ojos evocando la escena-. Chirico, PiazzaYo miraba el cielo y algo brilló como una moneda que se tira al aire y de pronto creció y descendió lentamente. Era un aparato plateado, largo y extraño. Y en un costado de ese objeto de plata se abrió una puerta y apareció el hombre alto.
-Si trabajaras un poco más no tendrías esos sueños tan tontos.
-Pues a mí me gustó -dijo la señora K reclinándose en su silla-. Nunca creí tener tanta imaginación. ¡Cabello negro, ojos azules y tez blanca! Un hombre extraño, pero muy hermoso.
-Seguramente tu ideal.
-Eres antipático. No me lo imaginé deliberadamente, se me apareció mientras dormitaba. Pero no fue un sueño, fue algo tan inesperado, tan distinto... El hombre me miró y me dijo: "Vengo del tercer planeta. Me llamo Nathaniel York..."
-Un nombre estúpido. No es un nombre.
-Naturalmente, es estúpido porque es un sueño -explicó la mujer suavemente-. Además me dijo: "Este es el primer viaje por el espacio. Somos dos en mi nave; yo y mi amigo Bart."
-Otro nombre estúpido.
-Y luego dijo: "Venimos de una ciudad de la Tierra; así se llama nuestro planeta." Eso dijo, la Tierra. Y hablaba en otro idioma. Sin embargo yo lo entendía con la mente. Telepatía, supongo.

El señor K se volvió para alejarse; pero su mujer lo detuvo, llamándolo con una voz muy suave.

-¿Yll? ¿Te has preguntado alguna vez... bueno, si vivirá alguien en el tercer planeta?
-En el tercer planeta no puede haber vida -explicó pacientemente el señor K-. Nuestros hombres de ciencia han descubierto que en su atmósfera hay demasiado oxígeno.Chirico, Nostalgia del infinito
-Pero, ¿no sería fascinante que estuviera habitado? ¿Y que sus gentes viajaran por el espacio en algo similar a una nave?
-Bueno, Ylla, ya sabes que detesto los desvaríos sentimentales. Sigamos trabajando.

Caía la tarde, y mientras se paseaba por entre las susurrantes columnas de lluvia, la señora K se puso a cantar. Repitió la canción, una y otra vez.

-¿Qué canción es ésa? -le preguntó su marido, interrumpiéndola, mientras se acercaba para sentarse a la mesa de fuego.

La mujer alzó los ojos y sorprendida se llevó una mano a la boca.

-No sé.

El sol se ponía. La casa se cerraba, como una flor gigantesca. Un viento sopló entre las columnas de cristal. En la mesa de fuego, el radiante pozo de lava plateada se cubrió de burbujas. El viento movió el pelo rojizo de la señora K y le murmuró suavemente en los oídos. La señora K se quedó mirando en silencio, con ojos amarillos, húmedos y dulces al lejano y pálido fondo del mar, como si recordara algo.

-Brinda por mí con tus ojos y yo te prometeré con los míos -cantó lenta y suavemente, en voz baja y en otro idioma-. O deja un beso en tu copa y no pediré vino.

Cerró los ojos y susurró moviendo muy levemente las manos. Era una canción muy hermosa.

-Nunca oí esa canción. ¿Es tuya? -le preguntó el señor K mirándola fijamente.
-No. Sí... No sé -titubeó la mujer-. Ni siquiera comprendo las palabras. Son de otro idioma.
-¿Qué idioma?

La señora K dejó caer, distraídamente, unos trozos de carne en el pozo de lava.

-No lo sé.

Un momento después sacó la carne, ya cocida, y se la sirvió a su marido.

-Es una tontería que he inventado, supongo. No sé por qué.

Chirico, Piazza d'ItaliaEl señor K no replicó. Observó cómo su mujer echaba unos trozos de carne en el pozo de fuego siseante. El sol se había ido. Lenta, muy lentamente, llegó la noche y llenó la habitación, inundando a la pareja y las columnas, como un vino oscuro que subiera hasta el techo. Sólo la encendida lava de plata iluminaba los rostros.

La señora K tarareó otra vez aquella canción extraña.

El señor K se incorporó bruscamente y salió irritado de la habitación.

Más tarde, solo, el señor K terminó de cenar.

Se levantó de la mesa, se desperezó, miró a su mujer y dijo bostezando:
-Tomemos los pájaros de fuego y vayamos a entretenernos a la ciudad.
-¿Hablas seriamente? -le preguntó su mujer-. ¿Te sientes bien?
-¿Por qué te sorprendes?
-No vamos a ninguna parte desde hace seis meses.
-Creo que es una buena idea.
-De pronto eres muy atento.
-No digas esas cosas -replicó el señor K disgustado-. ¿Quieres ir o no?

La señora K miró el pálido desierto; las melliza lunas blancas subían en la noche; el agua fresca y Chirico, El enigma de la horasilenciosa le corría alrededor de los pies. Se estremeció levemente. Quería quedarse sentada, en silencio, sin moverse, hasta que ocurriera lo que había estado esperando todo el día, lo que no podía ocurrir, pero tal vez ocurriera. La canción le rozó la mente, como un ráfaga.

-Yo...
-Te hará bien -insistió su marido. Vamos.
-Estoy cansada. Otra noche.
-Aquí tienes tu bufanda -insistió el señor K alcanzándole un frasco-. No salimos desde hace meses.

Su mujer no lo miraba.

-Tú has ido dos veces por semana a la ciudad de Xi -afirmó.
-Negocios.
-Ah -murmuró la señora K para sí misma.

Del frasco brotó un liquido que se convirtió en un neblina azul y envolvió en sus ondas el cuello de señora K.
Chirico, Las musas incómodas
Los pájaros de fuego esperaban, como brillantes brasas de carbón, sobre la fresca y tersa arena. La flotante barquilla blanca, unida a los pájaros por mil cintas verdes, se movía suavemente en el viento de la noche.

Ylla se tendió de espaldas en la barquilla, y a una palabra de su marido, los pájaros de fuego se lanzaron ardiendo, hacia el cielo oscuro. Las cintas se estiraron, la barquilla se elevó deslizándose sobre las arenas, que crujieron suavemente. Las colinas azules desfilaron, desfilaron, y la casa, las húmedas columnas, las flores enjauladas, los libros sonoros y los susurrantes arroyuelos del piso quedaron atrás. Ylla no miraba a su marido. Oía sus órdenes mientras los pájaros en llamas ascendían ardiendo en el viento, como diez mil chispas calientes, como fuegos artificiales en el cielo, amarillos y rojos, que arrastraban el pétalo de flor de la barquilla.

Ylla no miraba las antiguas y ajedrezadas ciudades muertas, ni los viejos canales de sueño y soledad. Como una sombra de luna, como una antorcha encendida, volaban sobre ríos secos y lagos secos.
Chirico, La torre roja
Ylla sólo miraba el cielo.

Su marido le habló.

Ylla miraba el cielo.

-¿No me oíste?
-¿Qué?

El señor K suspiró.

-Podías prestar atención.
-Estaba pensando.
-No sabía que fueras amante de la naturaleza, pero indudablemente el cielo te interesa mucho esta noche.
-Es hermosísimo.
-Me gustaría llamar a Hulle -dijo el marido lentamente-. Quisiera preguntarle si podemos pasar unos días, una semana, no más, en las montañas Azules. Es sólo una idea...
-¡En las montañas Azules! Gritó Ylla tomándose con una mano del borde de la barquilla y volviéndose rápidamente hacia él.
-Oh, es sólo una idea...

Ylla se estremeció.

-¿Cuándo quieres ir?
-He pensado que podríamos salir mañana por la mañana -respondió el señor K negligentemente-. Nos levantaríamos temprano...
-¡Pero nunca hemos salido en esta época!
-Sólo por esta vez. -El señor K sonrió-. Nos hará bien. Tendremos paz y tranquilidad. ¿Acaso has proyectado alguna otra cosa? Iremos, ¿no es cierto?

Ylla tomó aliento, esperó, y dijo:

-¿Qué?

El grito sobresaltó a los pájaros; la barquilla se sacudió.

-No -dijo Ylla firmemente-. Está decidido. No iré.

El señor K la miró y no hablaron más. Ylla le volvió la espalda.

Los pájaros volaban, como diez mil teas al viento.

Al amanecer, el sol que atravesaba las columnas de cristal disolvió la niebla que había sostenido a Ylla mientras dormía. Ylla había pasado la noche suspendida entre el techo y el piso, flotando Chirico, La recompensa del adivinosuavemente en la blanda alfombra de bruma que brotaba de las paredes cuando ella se abandonaba al sueño. Había dormido toda la noche en ese río callado, como un bote en una corriente silenciosa. Ahora el calor disipaba la niebla, y la bruma descendió hasta depositar a Ylla en la costa del despertar.

Abrió los ojos.

El señor K, de pie, la observaba como si hubiera estado junto a ella, inmóvil, durante horas y horas. Sin saber por qué, Ylla apartó los ojos.

-Has soñado otra vez -dijo el señor K-. Hablabas en voz alta y me desvelaste. Creo realmente que debes ver a un médico.
-No será nada.
-Hablaste mucho mientras dormías.
-¿Sí? -dijo Ylla, incorporándose.

Una luz gris le bañaba el cuerpo. El frío del amanecer entraba en la habitación.

-¿Qué soñaste?

Ylla reflexionó unos instantes y luego recordó.

Chirico-La nave. Descendía otra vez, se posaba en el suelo y el hombre salía y me hablaba, bromeando, riéndose, y yo estaba contenta.

El señor K, impasible, tocó una columna. Fuentes de vapor y agua caliente brotaron del cristal. El frío desapareció de la habitación.

-Luego -dijo Ylla-, ese hombre de nombre tan raro, Nathaniel York, me dijo que yo era hermosa y... y me besó.
-¡Ah! -exclamó su marido, dándole la espalda.
-Sólo fue un sueño -dijo Ylla, divertida.
-¡Guárdate entonces esos estúpidos sueños de mujer!
-No seas niño -replicó Ylla reclinándose en los últimos restos de bruma química.

Un momento después se echó a reír.

-Recuerdo algo más -confesó.
-Bueno, ¿qué es, qué es?
-Tienes muy mal carácter.
-¡Dímelo! -exigió el señor K inclinándose hacia ella con una expresión sombría y dura-. ¡No debes ocultarme nada!
-Nunca te vi así -dijo Ylla, sorprendida e interesada a la vez-. Ese Nathaniel York me dijo... Bueno, me dijo que me Chirico, La comedia y la tragediallevaría en la nave, de vuelta a su planeta. Realmente es ridículo.
-¡Sí! ¡Ridículo! -gritó el señor K-. ¡Oh, dioses! ¡Si te hubieras oído, hablándole, halagándolo, cantando con él toda la noche! ¡Si te hubieras oído!
-¡Yll!
-¿Cuándo va a venir? ¿Dónde va a descender su maldita nave?
-Yll, no alces la voz.
-¡Qué importa la voz! ¿No soñaste -dijo el señor K inclinándose rígidamente hacia ella y tomándola de un brazo- que la nave descendía en el valle Verde? ¡Contesta!
-Pero, si...
-Y descendía esta tarde, ¿no es cierto?
-Sí, creo que sí, pero fue sólo un sueño.
-Bueno -dijo el señor K soltándola-, por lo menos eres sincera. Oí todo lo que dijiste mientras dormías. Mencionaste el valle y la hora.

Jadeante, dio unos pasos entre las columnas, como cegado por un rayo. Poco a poco recuperó el aliento. Su mujer lo observaba como si se hubiera vuelto loco. Al fin se levantó y se acercó a él.

-Yll -susurró:
-No me pasa nada.
-Estás enfermo.
-No -dijo el señor K con una sonrisa débil y forzada-. Soy un niño, nada más. Perdóname, querida. -La acarició torpemente.- He trabajado demasiado en estos días. Lo lamento. Voy a acostarme un rato.
-¡Te excitaste de una manera!
-Ahora me siento bien, muy bien -suspiró-. Olvidemos esto. Ayer me dijeron algo de Uel que quiero contarte. Si te parece, preparas el desayuno, te cuento lo de Uel y olvidamos este asunto.
-No fue más que un sueño.
-Por supuesto -dijo el señor K, y la besó mecánicamente en la mejilla-. Nada más que un sueño.

Chirico, La mañana angustiosaAl mediodía, las colinas resplandecían bajo el sol abrasador.

-¿No vas al pueblo? -preguntó Ylla.

El señor K arqueó ligeramente las cejas.

-¿Al pueblo?
-Pensé que irías hoy.

Ylla acomodó una jaula de flores en su pedestal. Las flores se agitaron abriendo las hambrientas bocas amarillas. El señor K cerró su libro.

-No -dijo-. Hace demasiado calor, y además es tarde.
-Ah -exclamó Ylla. Terminó de acomodar las flores y fue hacia la puerta-. En seguida vuelvo -añadió.
-Espera un momento. ¿A dónde vas?
-A casa de Pao. Me ha invitado -contestó Ylla, ya casi fuera de la habitación.
-¿Hoy?
-Hace mucho que no la veo. No vive lejos.
-¿En el valle Verde, no es así?
-Sí, es sólo un paseo -respondió Ylla alejándose de prisa.
-Lo siento, lo siento mucho. -El señor K corrió detrás de su mujer, como preocupado por un olvido.- No sé cómo he podido olvidarlo. Le dije al doctor Nlle que viniera esta tarde.
-¿Al doctor Nlle? -dijo Ylla volviéndose.
-Sí -respondió su marido, y tomándola de un brazo la arrastró hacia adentro.
-Pero Pao...
-Pao puede esperar. Tenemos que obsequiar al doctor Nlle.Chirico, Canción de amor
-Un momento nada más.
-No, Ylla.
-¿No?

El señor K sacudió la cabeza.

-No. Además la casa de Pao está muy lejos. Hay que cruzar el valle Verde, y después el canal y descender una colina, ¿no es así? Además hará mucho, mucho calor, y el doctor Nlle estará encantado de verte. Bueno, ¿qué dices?

Ylla no contestó. Quería escaparse, correr. Quería gritar. Pero se sentó, volvió lentamente las manos, y se las miró inexpresivamente.

-Ylla -dijo el señor K en voz baja-. ¿Te quedarás aquí, no es cierto?
-Sí -dijo Ylla al cabo de un momento-. Me quedaré aquí.
-¿Toda la tarde?
-Toda la tarde.

Pasaba el tiempo y el doctor Nlle no había aparecido aún. El marido de Ylla no parecía muy sorprendido. Cuando ya caía el sol, murmuró algo, fue hacia un armario y sacó de él un arma de aspecto siniestro, un tubo largo y amarillento que terminaba en un gatillo y unos fuelles. Luego se puso una máscara, una máscara de plata, inexpresiva, la máscara con que ocultaba sus sentimientos, la máscara flexible que se ceñía de un modo tan perfecto a las delgadas mejillas, la barbilla y la frente. Examinó el arma amenazadora que tenía en las manos. Los fuelles zumbaban constantemente con un zumbido de insecto. El arma disparaba hordas de chillonas abejas doradas. Doradas, horribles abejas que clavaban su aguijón envenenado, y caían sin vida, como semillas en la arena.

-¿A dónde vas?-preguntó Ylla.
-¿Qué dices?- el señor K escuchaba el terrible zumbido del fuelle-. El doctor Nlle se ha retrasado y no tengo ganas de seguir esperándolo. Voy a cazar un rato. En seguida vuelvo. Tú no saldrás, ¿no es cierto?

La máscara de plata brillaba intensamente.

-No.
-Dile al doctor Nlle que volveré pronto, que sólo he ido a cazar.

La puerta triangular se cerró. Los pasos de Yll se apagaron en la colina. Ylla observó cómo se alejaba Chirico, Melancolíabajo la luz del sol y luego volvió a sus tareas. Limpió las habitaciones con el polvo magnético y arrancó los nuevos frutos de las paredes de cristal. Estaba trabajando, con energía y rapidez, cuando de pronto una especie de sopor se apoderó de ella y se encontró otra vez cantando la rara y memorable canción, con los ojos fijos en el cielo, más allá de las columnas de cristal.

Contuvo el aliento, inmóvil, esperando.

Se acercaba.

Ocurriría en cualquier momento.

Era como esos días en que se espera en silencio la llegada de una tormenta, y la presión de la atmósfera cambia imperceptiblemente, y el cielo se transforma en ráfagas, sombras y vapores. Los oídos zumban, empieza uno a temblar. El cielo se cubre de manchas y cambia de color, las nubes se oscurecen, las montañas parecen de hierro. Las flores enjauladas emiten débiles suspiros de advertencia. Uno siente un leve estremecimiento en los cabellos. En algún lugar de la casa el reloj parlante dice: "Atención, atención, atención, atención...", con una voz muy débil, como gotas que caen sobre terciopelo.

Y luego, la tormenta. Resplandores eléctricos, cascadas Chirico, La conquista del filósofode agua oscura y truenos negros, cerrándose, para siempre.

Así era ahora. Amenazaba, pero el cielo estaba claro. Se esperaban rayos, pero no había una nube.

Ylla caminó por la casa silenciosa y sofocante. El rayo caería en cualquier instante; habría un trueno, un poco de humo, y luego silencio, pasos en el sendero, un golpe en los cristales, y ella correría a la puerta...

-Loca Ylla -dijo, burlándose de sí misma-. ¿Por qué te permites estos desvaríos?

Y entonces ocurrió.

Calor, como si un incendio atravesara el aire. Un zumbido penetrante, un resplandor metálico en el cielo.

Ylla dio un grito. Corrió entre las columnas y abriendo las puertas de par en par, miró hacia las montañas. Todo había pasado. Iba ya a correr colina abajo cuando se contuvo. Debía quedarse allí, sin moverse. No podía salir. Su marido se enojaría muchísimo si se iba mientras aguardaban al doctor.

Esperó en el umbral, anhelante, con la mano extendida. Trató inútilmente de alcanzar con la vista el valle Verde.

Qué tonta soy, pensó mientras se volvía hacia la puerta. No ha sido más que un pájaro, una hoja, el viento o un pez en el canal. Siéntate. Descansa.

Se sentó.

Se oyó un disparo.

Claro, intenso, el ruido de la terrible arma de insectos.

Ylla se estremeció. Un disparo. Venía de muy lejos. El zumbido de las abejas distantes. Un disparo. Luego un segundo disparo, preciso y frío, y lejano.

Se estremeció nuevamente y sin haber por qué se incorporó gritando, gritando, como si no fuera a callarse nunca. Corrió apresuradamente por la casa y abrió otra vez la puerta.

Ylla esperó en el jardín, muy pálida, cinco minutos.

Los ecos morían a los lejos.

Se apagaron.

Luego, lentamente, cabizbaja, con los labios temblorosos, vagó por las habitaciones adornadas de columnas, acariciando los objetos, y se sentó a Chirico, Orfeo trovador cansadoesperar en el ya oscuro cuarto del vino. Con un borde de su chal se puso a frotar un vaso de ámbar.

Y entonces, a lo lejos, se oyó un ruido de pasos en la grava. Se incorporó y aguardó, inmóvil, en el centro de la habitación silenciosa. El vaso se le cayó de los dedos y se hizo trizas contra el piso.

Los pasos titubearon ante la puerta.

¿Hablaría? ¿Gritaría: "¡Entre, entre!"?, se preguntó.

Se adelantó. Alguien subía por la rampa. Una mano hizo girar el picaporte.

Sonrió a la puerta. La puerta se abrió. Ylla dejó de sonreír. Era su marido. La máscara de plata tenía un brillo opaco.

El señor K entró y miró a su mujer sólo un instante. Sacó luego del arma dos fuelles vacíos y los puso en un rincón. Mientras, en cuclillas, Ylla trataba inútilmente de recoger los trozos del vaso.

-¿Qué estuviste haciendo? -preguntó.
-Nada -respondió él, de espaldas, quitándose la máscara.
-Pero... el arma. Oí dos disparos.
-Estaba cazando, eso es todo. De vez en cuando me gusta cazar. ¿Vino el doctor Nlle?
-No.
-Déjame pensar -el señor K castañeteó fastidiado los dedos-. Claro, ahora recuerdo. No iba a venir hoy, sino mañana. Qué tonto soy.

Se sentaron a la mesa. Ylla miraba la comida, con las manos inmóviles.

-¿Qué te pasa? -le preguntó su marido sin mirarla, mientras sumergía en la lava unos trozos de carne.
-No sé. No tengo apetito.
-¿Por qué?
-No sé. No sé por qué.

El viento se levantó en las alturas. El sol se puso, y la habitación pareció de pronto más fría y pequeña.Chirico, Pianto d'amore

-Quisiera recordar -dijo Ylla rompiendo el silencio y mirando a lo lejos, más allá de la figura de su marido, frío, erguido, de mirada amarilla.
-¿Qué quisieras recordar? -preguntó el señor K bebiendo un poco de vino.
-Aquella canción -respondió Ylla-, aquella dulce y hermosa canción. Cerró los ojos y tarareó algo, pero no la canción. -La he olvidado y no sé por qué. No quisiera olvidarla. Quisiera recordarla siempre.

Movió las manos, como si el ritmo pudiera ayudarle a recordar la canción. Luego se recostó en su silla.

-No puedo acordarme -dijo, y se echó a llorar.
-¿Por qué lloras? -le preguntó su marido.
-No sé, no sé, no puedo contenerme. Estoy triste y no sé por qué. Lloro y no sé por qué.

Lloraba con el rostro entre las manos; los hombros sacudidos por los sollozos.

-Mañana te sentirás mejor -le dijo su marido.

Ylla no lo miró. Miró únicamente el desierto vacío y las brillantísimas estrellas que aparecían ahora en el cielo negro, y a lo lejos se oyó el ruido creciente del viento y de las aguas frías que se agitaban en los largos canales. Cerró los ojos, estremeciéndose.

-Sí -dijo-, mañana me sentiré mejor.
Ray Bradbury
Ylla, Ray Bradbury (Crónicas Marcianas, 1950)

Pinturas: Giorgio de Chirico

Fuente: Ciudad Seva

lunes, 21 de febrero de 2011

Poemas del Milenio XIX

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SE EQUIVOCÓ LA PALOMA
Rafael Alberti (1902-1999)


Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.

Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo,
que la noche, la mañana.
Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)

(de Entre el clavel y la espada, 1939-1940)

Imagen: Escher

viernes, 18 de febrero de 2011

Un rincón del cielo



Una bella imagen de la nebulosa Messier 78, situada en la constelación de Orión, a unos 1.350 años luz de la Tierra, y visible con un telescopio pequeño, ha ganado el concurso de astrofotografía Tesoros Ocultos 2010, del Observatorio Europeo Austral (ESO). Su autor es el ruso Igor Chekalin, que resaltó la imagen a partir de varias exposiciones monocromo tomadas con filtros azul, amarillo verdoso y rojo. La imagen fue tomada con un telescopio de 2,2 metros de diámetro del observatorio de La Silla, en Chile.

«Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día cada uno pueda encontrar la suya.» (Antoine de Saint-Exupéry)

«Si antes de besar a la persona que amas habéis contemplado las estrellas, no la besaréis de la misma manera que si sólo habéis mirado las paredes de vuestra habitación.» (Maurice Maeterlinck)

«Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno.» (Jorge Luis Borges)

«Nuestros cuerpos están hechos de las cenizas de estrellas que murieron hace mucho tiempo.» (James Jean)

Fuente: elpais.com

jueves, 17 de febrero de 2011

Gatomaquia

Los enamorados: Micifuf y Zapaquilda

Con dulce voz y pluma diligente,
y no vestida de confusos caos,
cantáis, Tomé, las bodas, los saraos
de Zapaquilda y Mizifuf valiente.

Si a Homero coronó la ilustre frente
cantar las armas de las griegas naos,
a vos, de los insignes marramaos
guerras de amor por súbito accidente.

Bien merecéis un gato de doblones,
aunque ni Lope celebréis, o el Taso,
Ricardos o Gofredos de Bullones.

pues que por vos, segundo Gatilaso,
quedarán para siempre de ratones
libres las bibliotecas del Parnaso.


Con este soneto comienza La Gatomaquia, pieza poética en clave burlesca, escrita por Lope de Vega en 1643. Se trata de una divertida fábula protagonizada por gatos humanizados, cuyas acciones giran en torno al amor, la galantería y el coqueteo. El componente autoparódico y humorístico está presente en esta obra de nuestro gran dramaturgo del Siglo de Oro donde todo es posible. En una noche mágica en la que sólo duermen el pudor y la contemplación, lo que en principio es magia y sueño se acaba tornando brujería y pesadilla.
Leticia Zamora
Los gatos, en efeto,
son del amor un índice perfeto,
que a los demás prefiere;
y quien no lo creyere,
asómese a un tejado
con frías noches de un invierno helado,
cuando miren las Hélices noturnas
las estrenadas urnas
del frígido Acüario:
verá de gatos el concurso vario,
por los melindres de la amada gata,
que sobre tejas de escarchada plata
su estrado tiene puesto,
y con mirlado gesto
responde a los maúllos amorosos
de los competidores,...

Micifuf es un gato pobre que está enamorado de Zapaquilda, la hermosa que enamoraba al viento. Marramaquiz, un rico indiano enemigo de Micifuf, intenta seducir a su amada con la ayuda del mago Garfiñanto para darle celos. Pero al no surtir efecto esta táctica, decide secuestrar a Zapaquilda durante su convite de bodas con Micifuf. Se desata entonces una épica guerra gatuna con un final inesperado...
El Príncipe de los Ingenios
Para leer la obra completa, pinchar aquí: Gatopardo, Félix Lope de Vega y Carpio, Gatomaquia

Fuente consultada: Círculo de Bellas Artes de Madrid

Ilustración 1: The Baroque Bohemian Cat's Tarot, written and dessigned by Karen Mahony, Alexandr Ukolov, baba studio.

Ilustración 2: Leticia Zamora, Gato en el tejado

Gracias de nuevo a Gatopardo por su inspiración.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Human Planet



"Creía que era una aventura y en realidad era la vida." (Joseph Conrad)

Trailer de la serie Human Planet, producida por la televisión pública BBC y rodada en HD en más de 80 sitios distintos del planeta para mostrar las múltiples formas de adaptación del hombre a las más duras María Luisacondiciones (desierto, jungla, río, estepa, el Ártico…). Sencillamente, espectacular.

¡Gracias, María Luisa, por la aportación!

martes, 15 de febrero de 2011

Poemas del Milenio XVIII

Danilo Sepúlveda

13

Pedro Salinas (1891-1951)


Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».

(de La voz a ti debida, 1933)

Pintura: Danilo Sepúlveda

lunes, 14 de febrero de 2011

El Loco

Roni el Loco

CARTA XXII: EL LOCO

La carta representa a un hombre que camina hacia el futuro, apoyándose a veces en un bastón. También lleva un fardo colgado de un palo al hombro. Va vestido de bufón y en muchas representaciones, un lobo le intenta morder para frenarle.

Lo más significativo es que la carta no lleva número, lo que significa que no pertenece a este mundo, que vive al margen de él. Su vestimenta nos dice que se ríen de él, ya sea de su locura o de su cordura.

El hecho de que lleve un fardo significa que ha roto con todo y se ha lanzado a lo desconocido o, en todo caso, que ha elegido un camino distinto al que tenía. En el fardo lleva el resumen de sus vivencias. Su bastón representa su voluntad, su interés. Su futuro está vacío y va sin rumbo, por lo que se cree que el lobo que a veces aparece, le muerde para frenarle, ya que intuye que el loco va hacia el vacío.

Representa el loco, el aventurero, el que deja todo para ir hacia lo desconocido. Para algunos Ronirepresenta la persona que, haciéndose el loco, no lo es, ya que sabe perfectamente a donde va y lo que quiere, sólo que se lo toma por loco porque se sale de los convencionalismos.

Significado: carencia de sentido común. Potencial fuerza de voluntad y destreza. El espíritu en busca de experiencia. Audacia, extravagancia. Negligencia, poca reflexión. Desorientación, inmadurez, desequilibrio. Ligereza. Indiscreción y superficialidad.

Significado de la carta invertida: pasiones y obsesiones, indecisión, irracionalidad, apatía, complicaciones. Decisiones equivocadas, caída, abandono, inmovilización. Locura. Desborde psíquico y/o emocional. Viaje obstaculizado.

Ilustración: The Baroque Bohemian Cat's Tarot, written and dessigned by Karen Mahony, Alexandr Ukolov, baba studio.

viernes, 11 de febrero de 2011

La Emperatriz

Cati Emperatriz

CARTA III: LA EMPERATRIZ


Se trata de la figura de una mujer, una reina ataviada y sentada en un lujoso trono. Una mujer joven, en edad de procrear.

La figura está tocada (no siempre) de una corona, tiene alas, sostiene un cetro (símbolo de la tierra) con su mano izquierda . Con la mano derecha sostiene un escudo con un águila, a veces bicéfala. El cetro señala su bajo vientre o zona de reproducción femenina. Esta figura representa el poder emotivo, de instinto triunfal, de sensualidad, de amor, armonía, equilibrio.

Representa la síntesis y la armonía entre el espíritu, la mente, el equilibrio y la emotividad. Esta carta representa la maternidad, la feminidad, la sensualidad, la afectividad.
Cati
Significado: comprensión, inteligencia, instrucción. Encanto, afabilidad, elegancia, distinción. Cortesía, abundancia, riqueza. Matrimonio, fecundidad, dulzura.

Invertida significa afectación, pose, frivolidad, coquetería, vanidad. Desdén, presunción. Lujo innecesario. Sensible a los halagos. Falta de refinamiento. Discusiones en todos los planos. Esterilidad.

Fuente: Euroresidentes

Ilustración: The Baroque Bohemian Cat's Tarot, written and dessigned by Karen Mahony, Alexandr Ukolov, baba studio.

jueves, 10 de febrero de 2011

Frida

Frida Kahlo

“Intenté ahogar mis dolores, pero ellos aprendieron a nadar”


...¿Por qué estudias tanto? ¿Qué secreto buscas? La vida pronto te lo revelará. Yo ya lo sé todo, sin leer ni escribir. Hace poco, tal vez unos cuantos días era una niña que andaba en un mundo de colores, de formas precisas y tangibles. Todo era misterioso y algo se ocultaba; la adivinación de su naturaleza constituía un juego para mí. ¡Si supieras lo terrible que es alcanzar el conocimiento de repente, como si un rayo dilucidara la Tierra! Ahora habito un planeta doloroso, transparente como el hielo. Es como si hubiera aprendido todo al mismo tiempo, en cosa de segundos. Mis amigas y mis compañeras se convirtieron lentamente en mujeres. Yo envejecí en algunos instantes, y ahora todo es insípido y raso. Sé que no hay nada detrás, si lo hubiera lo vería...

“Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior”

Frida Kahlo (1907 - 1954)

miércoles, 9 de febrero de 2011

Elogio del gato

Si es que valen más que las pesetas...

«En cuestión de animales domésticos, toda la vida había preferido los perros a los gatos, puesto que los canarios, los peces y las tortugas siempre me parecieron demasiado culinarios como para tenerlos permanentemente delante. Daba por supuesto -seguramente por un prejuicio cultural muy extendido y adquirido tempranamente- que el perro es esencialmente leal e inteligente, mientras que el gato es poco menos que un traidor al que es mejor no dar la espalda, por si acaso. La teoría del bueno y el malo, como de costumbre. Fíjense que en la mayoría de los dibujos animados que sirven a destajo por TV, el gato suele simbolizar la maldad mientras que el perro es la inocencia.

Así, en efecto, estaban las cosas hasta que un día, por razones que no vienen al caso explicar, entró en mi casa un pequeño siamés, que fue recibido con el natural alborozo por los críos y con cierta prevención por parte de los no tan críos. Inevitablemente, con el minino se alteraron los Caticentros de atención de la casa, se recrudeció la lucha territorial y se rompió la estructura familiar, además de alguna que otra figurilla de barro de escaso valor. Pero también se produjo, con el transcurrir del tiempo, un sustancial cambio de opiniones sobre la naturaleza de la especie a la que pertenecía el recién llegado.

Con la presencia del gato y de la observación diaria de su conducta empecé a comprender el porqué de la fascinación que estos felinos ejercen sobre las personas y del aparente protagonismo que ha adquirido el félido como animal de compañía y hasta como objeto de prestigio. Se diría que el gato está en camino de ser redimido definitivamente de su leyenda negra particular, que le ha identificado en muchos casos y, sin duda injustamente, con los callejones más sombríos de las ciudades.

En realidad no es cuestión de decir quién es mejor de los dos, ni de revisar la opinión sobre los perros, sino de ser justos con el gato. De entrada, hay que reconocer que éste se adapta mucho mejor que su rival de cuatro patas a las exigencias del urbanismo y la arquitectura actuales, que, como es bien sabido, no permiten alegrías en cuestión de espacio. El cánido necesita campo abierto por naturaleza, mientras el félido se basta y sobra a veces con una vulgar caja de zapatos, y es rabiosamente casero cuando se ha acostumbrado a los usos y costumbres derivados de la propiedad horizontal. Uno a cero, pues, para micifuz.

Hay otros aspectos, en absoluto anecdóticos, que sitúan con ventaja al amigo gato: es inodoro (salvo en tiempos de celo, como es natural), extraordinariamente silencioso, soluciona sus necesidades fisiológicas con una pulcritud casi anormal y su dieta es francamente sencilla. Pero, con todo, no son estas cuestiones funcionales las que le hacen particularmente fascinante, sino su Ronipeculiar forma de ser y de reaccionar ante las cosas.

El gato es, en cierto modo, aquello que las personas quisiéramos ser y no podemos o no sabemos ser, por convencionalismos sociales, por imperativo de las leyes, por las limitaciones de nuestra propia naturaleza o, simplemente, porque no nos da la gana: ágil, rápido, independiente, imaginativo, listo, ladrón, chantajista, zalamero, presumido, cauto, respondón, goloso, caprichoso, refinado, elegante, desafiante, lúdico, sensual, seductor, premonitorio, pulcro. En fin, hasta parece tener el don de la ubicuidad y además, no ladra por las noches, sabe pasar el fin de semana en casa completamente a solas, no necesita salir a la calle para nada y no pone la ciudad perdida de excrementos.

Lo único malo del gato es que cuenta con con muchos detractores. Tengo un amigo, por ejemplo, que sostiene que los gatos sólo sirven para comérselos en tiempos de guerra. Pero no le hagan caso: llegará el día en que gentes así serán castigadas teniendo a uno encaramado a su mejor librería o hasta en su mismo hombro. Es cuestión de tiempo y de esperar a que los conceptos de fidelidad, lealtad y espíritu de servicio sean definitivamente superados por los valores de la independencia, la libertad y el gusto por la diferencia.»

Moncho González

Fotos de Cati y Roni: JM y Laura

martes, 8 de febrero de 2011

Poemas del Milenio XVII

John William Godward

[3]
Garcilaso de la Vega (1501?-1536)


¡Oh dulces prendas por mí mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas!

¿Quién me dijera, cuando las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por término me distes,
llevadme junto al mal que me dejastes;

si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.

Pintura(s): John William Godward

lunes, 7 de febrero de 2011

La raspa prohibida



(«En el Jardín del Edén había de todo: higadillos, riñones, carne picada, pececillos colorados y tazones de leche. Tan sólo no se podía comer una cosa: la "raspa prohibida" que crecía...»)

Corto Maltés

«
Porque el sueño más real es aquel más distante de la realidad, aquel que vuela solo, sin necesidad de velas ni de viento.»

Hugo Pratt, Corto Maltés

viernes, 4 de febrero de 2011

Proparoxítonos



Ello es que hay animales muy científicos
en curarse con varios específicos,
y en conservar su construcción orgánica,
como hábiles que son en la botánica,
pues conocen las hierbas diuréticas,
catárticas, narcóticas, eméticas,
febrífugas, estípticas, prolíficas,
cefálicas también y sudoríficas.
En esto era gran práctico y teórico
un gato, pedantísimo retórico,
que hablaba en un estilo tan enfático
como el más estirado catedrático.
Yendo a caza de plantas salutíferas,
dijo a un lagarto: "¡Qué ansias tan mortíferas!
Quiero por mis turgencias semihidrópicas
chupar el zumo de hojas heliotrópicas."
Atónito el lagarto con lo exótico
de todo aquel preámbulo estrambótico,
no entendió más la frase macarrónica
que si le hablasen lengua babilónica;
pero notó que el charlatán ridículo,
de hojas de girasol llenó el ventrículo,
y le dijo: "Ya, en fin, señor hidrópico,
he entendido lo que es zumo heliotrópico."
¡Y no es bueno que un grillo, oyendo el diálogo,
aunque se fue en ayunas del catálogo
de términos tan raros y magníficos,
hizo del gato elogios honoríficos!
Sí; que hay quien tiene la hinchazón por mérito,
y el hablar liso y llano por demérito.
Mas ya que esos amantes de hiperbólicas
cláusulas y metáforas diabólicas,
de retumbantes voces el depósito
apuran, aunque salga un despropósito,
caiga sobre su estilo problemático
este apólogo esdrújulo-enigmático.

(Por más ridículo que sea el estilo retumbante, siempre habrá necios que le aplaudan, sólo por la razón de que se quedan sin entenderle.)

Autor: Tomás de Iriarte

Ilustración: The Baroque Bohemian Cat's Tarot, written and dessigned by Karen Mahony, Alexandr Ukolov, baba studio.

Fuente del texto y la imagen: Gatopardo. ¡Gracias por la sugerencia y por el título!

Más proparoxítonos en abundancia aquí: Gatos negros (a ser posible)

miércoles, 2 de febrero de 2011

Caballos salvajes

martes, 1 de febrero de 2011

Gatos (negros a ser posible)




Domésticos y pragmáticos, estos félidos eclécticos, son estólidos-dialécticos y ególatras aunque apáticos.
De currículum satánico y orígenes faraónicos, son los ácratas sardónicos del espíritu mesiánico.
En política son clínicos: de sus ínfulas de anárquicos y pretéritos monárquicos, nacen técnicos o cínicos.
Son los príncipes eróticos, polígamos por escépticos, son orgásmico-epilépticos o lúbricos estrambóticos.
En los ámbitos escénicos son los héroes románticos, aunque sus líricos cánticos sean vómitos higiénicos.
Son acróbatas históricos, noctámbulos y enigmáticos, súbditos tópicos de áticos y congénitos retóricos.
Declarándose fanáticos del síndrome escatológico, reencarnándose, lo lógico, son sus óbitos dramáticos.

Texto: Jesús Alcaide

Imagen: 123RF