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lunes, 18 de abril de 2011

Los inadaptados

Elliott Erwitt

A algunos rodajes les persigue la leyenda. Al de Vidas rebeldes (The Misfits) además, le persigue la mayor melancolía. Había tanto dolor acumulado en aquel set que todavía hoy, medio siglo después de que John Huston reuniera en el desierto de Nevada a tres estrellas en su ocaso -Clark Gable, Marilyn Monroe y Montgomery Clift- se puede palpar la fatal deriva en la que estaban sus célebres intérpretes. Vidas rebeldes no era un western al uso. Era, en palabras de su escritor, Arthur Miller, un western del este. Un oxímoron que él resolvía a lo grande: "¡El último western¡".

Eve Arnold

"The Misfits: la historia de un rodaje" es la reedición -por primera vez en España- de un libro clásico que recoge, con textos de Serge Toubiana y una larga entrevista a Miller, gran parte de las 200 imágenes capturadas, entre otros, por Eve Arnold, Henri Cartier Bresson, Elliot Erwitt, Dennis Stock e Inge Morath. Es decir, palabras mayores de la historia de la fotografía. Todos ellos quisieron buscar la verdad detrás de los protagonistas de una película en la que -quizá porque se intuía el adiós- se apoderaron como nunca de sus personajes hasta hacerlos más suyos que nunca.

Dennis Stock

Fue la última película de Gable, que la rodó gravemente enfermo y que moriría pocos días después de rodar su último plano; también fue la última de Marilyn, la actriz pasaba por uno de sus ciclos autodestructivos y que veía que su matrimonio con Miller naufragaba; y fue unas de las últimas de Clift, cuya adicción a las drogas estaban terminando de romper el rostro de cristal que pocos años antes se había desfigurado en un accidente de tráfico. En definitiva, se mascaba la tragedia cuando la agencia Magnum decidió enviar a nueve de sus mejores cámaras a retratar la vida de aquella producción.

Inge Morath

El trabajo de aquellos reporteros ha contribuido a agigantar la leyenda del filme. No solo porque Inge Morath (a la que debemos algunas de las imágenes más hermosas de una Marilyn tan inmensa como desquiciada) acabara casada con Miller sino porque pocas veces unas estrellas del cine han parecido tan de carne y hueso. La identificación con lo que rodaban de Gable, Monroe y Clift (que crearon entre ellos una extraña relación de padre-hija-hermano) era tan poderosa que vida-rodaje y película forman hoy parte de la misma verdad o, si se quiere, la misma ficción.

Marilyn y Clark

Evidentemente, a esa identificación contribuyó que el escritor de la película era Miller, el hombre que mejor conocía la inseguridad que acechaba a la mujer más deseada del planeta y el hombre que había buscado el reparto perfecto y al director perfecto para su mujer y para su historia. En su entrevista con Toubiana, el autor de Muerte de un viajante reconoce sus sentimientos encontrados con la película. Fue concebida como un regalo para su mujer pero se convirtió en la película que provocó su definitivo colapso. Era, explica Miller, su gran oportunidad para demostrar que podía ser una actriz dramática. Y eso, al menos, quedó claro. Pero la incurable inseguridad de la actriz pudo con todo lo demás.

Cartier Bresson

La historia de una chica que viaja a Reno para divorciarse y del grupo de vaqueros que allí conoce, cazadores furtivos de caballos salvajes, estaba llena de diálogos que hoy es imposible leer sin sentir un escalofrío. Una de esas historias de perdedores que ya no tienen nada que perder. Gable (Gay Langland, el viejo vaquero del que es imposible no enamorarse hasta los huesos) le dice a Marilyn (Roslyn, esa chica triste capaz de hacer feliz al más miserable de los hombres): "Algunas veces tenemos que irnos, con motivo o sin él. Morir es tan natural como vivir. Y un hombre que tiene miedo a morir tiene miedo a vivir". Resulta difícil no intuir algo perverso en la mano de Miller, el hombre que movía los hilos de la ficción sabiendo demasiado de su trastienda.

Bruce DavidsonInge Morath

Como resulta imposible no ver que todo aquello fue posible porque allí estaba un director que amaba la vida mucha más de lo amaba las películas. John Huston se comportó con su célebre cinismo, pero también con una sabiduría y elegancia que ojalá no hubieran perecido con los de su raza. Marilyn rodó una escena semidesnuda para ganar audiencia y Huston decidió cortarla ("siempre he sabido que las chicas tienen pechos", dijo el director justificando su renuncia al plano).

Eve ArnoldCornell Capa

Solo es una pequeña decisión, pero de esas que agrandan una figura. Un día, fuera del rodaje, el director se fue al casino con su actriz, y allí le dio el único consejo que un hombre como él podía darle: "Cariño, no lo pienses, solo tira los dados. Esa es la historia de tu vida. No lo pienses, hazlo".

Ernst Haas

Marilyn
Fuente:
elpaís
Fotografías:
Elliott Erwitt, Eve Arnold, Dennis Stock,Inge Morath, Henri Cartier Bresson, Bruce Davidson, Cornell Capa, Ernst Haas.

viernes, 19 de septiembre de 2008

El diablo rojo

Gato en el Mediterráneo (Para Ida por descubrirme a "Rodrigo y Gabriela")

La mayoría de los gatos domésticos son cazadores solitarios y operan mediante la astucia y el acecho. Su aproximación es lenta y progresiva: avanza agazapado, para no llamar la atención. Sus pupilas se dilatan para cazar con cualquier luz, y sus orejas giran y se contraen para escuchar el más mínimo sonido. Si es necesario, el gato da zarpazos para debilitar a su presa. Sólo cuando la víctima está suficientemente aturdida resulta seguro matarla con un certero mordisco.

Muy raros son los gatos que comen pescado y no es porque no les guste su sabor: ¿recuerdan aquella canción infantil, "Al olor de las sardinas, el gato ha resucitado"?... Si bien algunos pescan en aguas poco profundas, lo que pasa es que a la mayoría no les gusta mojarse. Por eso debe estar tan contento el gato del cuadro ¡menudo banquete por arte de magia!

BalthusBalthus pintó este cuadro surrealista titulado "Gato en el Mediterráneo" en 1949 para un restaurante parisino.

El pintor, conocido sobre todo por sus polémicas pinturas eróticas con niñas y adolescentes, fue gran amante de los gatos --se autoproclamó en una ocasión "rey de los gatos", jeje--, y los pintó en varias de sus obras, casi siempre como personajes secundarios.

En esta pintura, que yo calificaría de humorística, el gato es el protagonista absoluto, aunque resulta muy extraño que le haya dibujado esa sonrisa diabólica, ¿da miedo, verdad? Luego dirán que los gatos son los aliados de Belcebú, no me extraña...

Pintura: Balthus, Le chat de la Méditerranée
Foto de Balthus: Henri Cartier-Bresson et Martine Franck chez Balthus
Música: Rodrigo y Gabriela, Diablo rojo