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miércoles, 30 de enero de 2013

Poemas del Milenio L

 

CONSIDERANDO EN FRÍO, IMPARCIALMENTE
César Vallejo (1892-1938)

Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina...

Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe; suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa...

Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona...

Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...

Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo...

Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...

Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito...

Le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...

(de Poemas humanos, 1939)

Pintura: Gustave Doré, Les saltimbanques 
 
Para TrueCZ en su cumpleaños ¡Felicidades!

martes, 15 de enero de 2013

Poemas del Milenio XLIX



RETRATO
Antonio Machado (1875-1939)

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y más que un hombre al uso que sabe su doctrina
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y está al partir la nave que nunca ha de tornar
me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

(de Campos de Castilla, 1912)


lunes, 17 de diciembre de 2012

Poemas del Milenio XLVIII


INSOMNIO
Dámaso Alonso (1898-1990)

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres
                                                       (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo
en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros,
o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán,
ladrando como un perro enfurecido,
fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios,
preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad
                                                                                             de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el Mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?


(de Hijos de la ira, 1944)

Pintura: George Tooker 

lunes, 29 de octubre de 2012

Poemas del Milenio XLVII























LA FUENTE
Rubén Darío (1867-1916) 

Joven, te ofrezco el don de esta copa de plata
para que un día puedas colmar la sed ardiente,
la sed que con su fuego más que la muerte mata.
Mas debes abrevarte tan sólo en una fuente,

Otra agua que la suya tendrá que serte ingrata;
busca su oculto origen en la gruta viviente
donde la interna música de su cristal desata,
junto al árbol que llora y la roca que siente.

Guíete el misterioso eco de su murmullo;
asciende por los riscos ásperos del orgullo;
baja por la constancia y desciende al abismo

cuya entrada sombría guardan siete panteras:
son los Siete Pecados las siete bestias fieras.
Llena la copa y bebe: la fuente está en ti mismo


(de Prosas profanas, 1896-1901)

Ilustración: The Baroque Bohemian Cat's Tarot, written and dessigned by Karen Mahony, Alexandr Ukolov, baba studio. 

jueves, 18 de octubre de 2012

Poemas del Milenio XLVI


























OLGA OROZCO
Olga Orozco (1920-1999)

Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.
Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
la humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido,
aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba en mí
igual que en un espejo de sonrientes praderas,
y a la que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo.
Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo,
en un último instante fulmíneo como un rayo,
no en el tumulto incierto donde alzo todavía la voz ronca y llorada
entre los remolinos de tu corazón.
No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto tiempo.
Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte
porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura
que los cambiantes sueños, allá, donde escribimos la sentencia:
"Ellos han muerto ya.
Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno.
Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento".

(de Las muertes, 1952) 

Pintura: Leonor Fini

martes, 2 de octubre de 2012

Poemas del Milenio XLV

 

























ODA A LA FLOR DE GNIDO
Garcilaso de la Vega (1501-1536)

Si de mi baja lira
tanto pudiese el son que en un momento
aplacase la ira
del animoso viento
y la furia del mar y el movimiento;
y en ásperas montañas
con el süave canto enterneciese
las fieras alimañas,
los árboles moviese
y al son confusamente los trujiese,
no pienses que cantado
sería de mí, hermosa flor de Gnido,
el fiero Marte airado,
a muerte convertido,
de polvo y sangre y de sudor teñido;
ni aquellos capitanes
en las sublimes ruedas colocados,
por quien los alemanes,
el fiero cuello atados,
y los franceses van domesticados;
mas solamente aquella
fuerza de tu beldad sería cantada,
y alguna vez con ella
también sería notada
el aspereza de que estás armada:
y cómo por ti sola,
y por tu gran valor y hermosura
convertido en vïola,
llora su desventura
el miserable amante en tu figura.
Hablo de aquel cativo,
de quien tener se debe más cuidado,
que está muriendo vivo,
al remo condenado,
en la concha de Venus amarrado.
Por ti, como solía,
del áspero caballero no corrige
la furia y gallardía,
ni con freno la rige,
ni con vivas espuelas ya le aflige.
Por ti, con diestra mano
no revuelve la espada presurosa,
y en el dudoso llano
huye la polvorosa
palestra como sierpe ponzoñosa.
 
Por ti, su blanda musa,
en lugar de la cítara sonante,
tristes querellas usa,
que con llanto abundante
hacen bañar el rostro del amante.
Por ti, el mayor amigo
le es importuno, grave y enojoso;
yo puedo ser testigo,
que ya del peligroso
naufragio fui su puerto y su reposo.
Y agora en tal manera
vence el dolor a la razón perdida,
que pozoñosa fiera
nunca fue aborrecida
tanto como yo dél, ni tan temida.


Dibujo:
Cris Ortega

jueves, 20 de septiembre de 2012

Poemas del Milenio XLIV





















NOCHE OSCURA
San Juan de la Cruz (1524-1591)

Canciones del alma

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
a donde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada, 
oh noche que juntaste
Amado en amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado. 

(1529)

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Poemas del Milenio XLIII



SERÁN CENIZA
José Ángel Valente (1929-2000)


Cruzo un desierto y su secreta
Desolación sin nombre.
El corazón
Tiene la sequedad de la piedra
Y los estallidos nocturnos
De su materia o de su nada.

Hay una luz remota, sin embargo,
Y sé que no estoy solo;
Aunque después de tanto y tanto no haya
Ni un solo pensamiento
Capaz contra la muerte,
No estoy solo.

Toco esta mano al fin que comparte mi vida
Y en ella me confirmo
Y tiento cuanto amo,
Lo levanto hacia el cielo
Y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.
Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,
Cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.

(de La memoria y los signos, 1966)

Pintura: Serenidad, de Gao Xingjian

lunes, 20 de agosto de 2012

Poemas del Milenio XLII

 





















VIDA
Vicente Aleixandre (1898-1984)
 
Un pájaro de papel en el pecho
dice que el tiempo de los besos no ha llegado;
vivir, vivir, el sol cruje invisible,
besos o pájaros, tarde o pronto o nunca.
Para morir basta un ruidillo,
el de otro corazón al callarse,
o ese regazo ajeno que en la tierra
es un navío dorado para los pelos rubios.
Cabeza dolorida, sienes de oro, sol que va a ponerse;
aquí en la sombra sueño con un río,
juncos de verde sangre que ahora nace,
sueño apoyado en tí calor o vida.

(de La destrucción o el amor, 1932-1933)

lunes, 30 de julio de 2012

Poemas del Milenio XLI

BIZIA LO
Xabier de Lizardi (1896-1933)

Otsail-erdi

Egur ezearen kea
goink du kolore:
egunaren atariruntz
zauri bat, gordiña,
odol-bearean ure.
Sakoneko lañoz gora
tontorak elurez:
itsasoa iduri,
ametsezko ontziez.

Bide-ertzean ez marubi
ez belar gizenik.
Otolorea, bakanka,
goiztxo karaxika,
Udaberiari deika.
Or pago bat, lerden-aski,
igazko apaingariak
(gaur orbel goriak)
oso yaregin nai-ezik,
nola baituten oi
nezkazar ezin-etsiak.
Ostobakandu-sasian
kabi bat, uts uratua…
Aru-bêtik erekak ots,
euriteak bulartua…

Basora naiz. An-or,
goldiozko ogean,
yoan-elurte gaitzaren
ondarak nabari;
kabidun usoak, ala
emazte zûraren
zapiak iduri.
Aritzak eundaka
aier zazkio goiari,
argo-lênenkia
egari baitute,
arako urezko zauria
izanik ituri.
Orengatik daude
luze-luze egiñik,
artean oñak ilunik
azken-arbazta-begiez
udaberiako
ornitzen biziez.

Oi, zein aizen eder loa:
eriotzaren anaitzakoa:
bizitzazko urloa!…
 
Traducción: 

LA VIDA DUERME

Mediado Febrero

Tiene el cielo color de humo de leña verde, y, hacia el atrio del día, tiene una herida fresca con oro en vez de sangre. Cumbres nevadas sobre la niebla del profundo: como si fuera un mar, y en él naves de ensueño.

No hay fresas en la orilla del camino, ni hay hierba jugosa. Hay una que otra flor de árgoma estridente que, por anticipado, llama a la primavera. Hay un haya gallarda, que no suelta del todo sus galas, las de antaño, hojas resecas hoy; como las solteronas duras de resignar. En el zarzal sin hojas, roto, vacio, un nido. En la barranca honda un torrente resuena, que hinchó el largo llover.

Llego al bosque. Esparcidos sobre el musgoso lecho, restos de la reciente gran nevada semejan palomas anidadas o ropas a secar de hacendosa mujer. Cientos de robles tienden al cielo su deseo sedientos, anhelando las primicias de la luz cuya fuente es aquella herida hecha de oro. Por eso se los ve tan tendidos y largos, que, a favor de las yemas de sus ramillas últimas, y aún en sombra los pies, para la primavera van absorbiendo vida.

¡Qué hermoso eres, oh sueño! ¡Qué hermoso, pretendido hermano de la muerte: tú, remanso de vida!…

Pintura: Wladyslaw Slewinski 

viernes, 6 de julio de 2012

Poemas del Milenio XL


 
















HIJA DEL VIENTO
Alejandra Pizarnik (1936-1972)

Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencias,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.

Han venido

a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.

Tú lloras debajo del llanto,

tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad

que las palabras se suicidan.

(de Las aventuras perdidas, 1958)

Pintura: Edvard Munch, Mujer en la playa (1898) 

jueves, 28 de junio de 2012

Poemas del Milenio XXXIX

























SOLILOQUIO DEL FARERO
Luis Cernuda (1902-1963)

Cómo llenarte, soledad,
Sino contigo misma.

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
Quieto en ángulo oscuro,
Buscaba en ti, encendida guirnalda,
Mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
Y en ti los vislumbraba,
Naturales y exactos, también libres y fieles,
A semejanza mía,
A semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta
Como quien busca amigos o ignorados amantes;
Diverso con el mundo,
Fui luz serena y anhelo desbocado,
Y en la lluvia sombría o en el sol evidente
Quería una verdad que a ti te traicionase,
Olvidando en mi afán
Cómo las alas fugitivas su propia nube crean.
Y al velarse a mis ojos
Como nubes sobre nubes de otoño desbordado
La luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
Te negué por bien poco;
Por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
Por quietas amistades de sillón y de gesto,
Por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
Por los viejos placeres prohibidos
Como los permitidos nauseabundos,
Útiles solamente para el elegante salón susurrado,
En bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
Que yo fui,
Que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
Por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
Limpios de otro deseo,
El sol, mi dios, la noche rumorosa,
La lluvia, intimidad de siempre,
El bosque y su alentar pagano,
El mar, el mar como su nombre hermoso;
Y sobre todo ellos,
Cuerpo oscuro y esbelto,
Te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
Y tú me das fuerza y debilidad
Como el ave cansada los brazos de la piedra.
Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
Oigo sus oscuras imprecaciones,
Contemplo sus blancas caricias;
Y erguido desde cuna vigilante
Soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres.
Por quienes vivo, aun cuando no los vea;
Y así, lejos de ellos,
Ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
Roncas y violentas como el mar, mi morada,
Pues ante la espera de una revolución ardiente
O rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
Cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,
Transparente pasión, mi soledad de siempre,
Eres inmenso abrazo;
El sol, el mar,
La oscuridad, la estepa,
El hombre, su deseo,
La airada muchedumbre,
¿Qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;
En ti, mi soledad, los amo ahora.

(de Invocaciones, 1934 - 1935)

Ilustración: montaje a partir de ilustraciones de Carlos C. Laínez

martes, 12 de junio de 2012

Poemas del Milenio XXXVIII


RIMA XXIV
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

Las ropas desceñidas,
desnudas las espadas,
en el dintel de oro de la puerta
dos ángeles velaban.

Me aproximé a los hierros
que defienden la entrada,
y de las dobles rejas en el fondo
la vi confusa y blanca.

La vi como la imagen
que en el ensueño pasa,
como un rayo de luz tenue y difuso
que entre tinieblas nada.

Me sentí de un ardiente
deseo llena el alma;
como atrae un abismo, aquel misterio
hacia sí me arrastraba.

Mas, ¡ay!, que de los ángeles
parecían decirme las miradas:
-El umbral de esta puerta
sólo Dios lo traspasa. 

(de Rimas)

Fotografía: Antonio Somoza

viernes, 1 de junio de 2012

Poemas del Milenio XXXVII

 
















La ciudad de Alhama fue tomada por don Rodrigo Ponce de León el 28 de febrero de 1482: fue una conquista importante y de gran efecto psicológico sobre los moros. Todavía pueden viSitarse hoy, en Granada, la puerta de Elvira, la plaza de Bib-Rambla y el Zacatín, la antigua calle de los mercaderes.

¡AY DE MI ALHAMA!

Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira
hasta la de Villarrambla.
«¡Ay de mi Alhama!»
Cartas le fueron venidas
que Alhama estaba ganada;
las cartas echó al fuego,
y al mensajero matara.
«¡Ay de mi Alhama!»
Descabalga de una mula,
y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba
subido se había al Alhambra.
«¡Ay de mi Alhama!»
Como en el Alhambra estuvo
al mismo tiempo mandaba
que se toquen sus trompetas,
sus añafiles de plata.
«¡Ay de mi Alhama!»
Y que las cajas de guerra
apriesa toquen al arma,
porque lo oigan sus moros,
los de la Vega y Granada.
«¡Ay de mi Alhama!»
Los moros que el son oyeron,
que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos
juntado se ha gran batalla.
«¡Ay de mi Alhama!»
Allí habló un moro viejo,
de esta manera hablara:
«¿Para qué nos llamas, rey,
para qué es esta llamada?»
«¡Ay de mi Alhama!»
Habéis de saber, amigos,
una nueva desdichada:
que cristianos de braveza
ya nos han ganado Alhama.
«¡Ay de mi Alhama!»
 Allí habló un alfaquí
de barba crecida y cana:
«¡Bien se te emplea, buen rey,

buen rey, bien se te empleara!»
«¡Ay de mi Alhama!»
Mataste los Bencerrajes,
que eran la flor de Granada;
cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada.
«¡Ay de mi Alhama!»

Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino
y aquí se pierda Granada.»
«¡Ay de mi Alhama!»

(de Romancero, siglo XV) 

Pintura:

Edwin Lord Weeks
A court in the Alhambra in the time of the moors

miércoles, 25 de abril de 2012

Poemas del Milenio XXXVI

 
















Rosalía de Castro (1837-1885) 

Campanas de Bastabales, / Campanas de Bastabales,
cando vos oio tocar, / cuando os oigo tocar,
mórrome de soidades. /  me muero de soledades.

 I

Cando vos oio tocar, / Cuando os oigo tocar,
campaniñas, campaniñas, / campanitas, campanitas,
sin querer torno a chorar. / sin querer vuelvo a llorar.

Cando de lonxe vos oio, / Cuando de lejos os oigo,
penso que por min chamades, / pienso que por mí llamáis
e das entrañas me doio. / y me duelen las entrañas.

Dóiome de dór ferida, /  Me duelo de dolor herida,
que antes tiña vida enteira / que antes tenía vida entera
i hoxe teño media vida. / y ahora tengo media vida.

Sólo media me deixaron /  Sólo media me dejaron
os que de aló me trouxeron, / los que de allá me trajeron,
os que de aló me roubaron. / los que allá me robaron.

Non me roubaron, traidores, / No me robaron, traidores,
¡ai!, uns amores toliños, / ¡ay!, unos amores locos,
¡ai!, uns toliños amores. / ¡ay!, unos locos amores.

Que os amores xa fuxiron, / Que los amores ya huyeron,
as soidades viñeron... / las soledades vinieron...
De pena me consumiron. / De pena me consumieron.

II

Aló pola mañanciña / Allá por la mañanita
subo enriba dos outeiros / subo a lo alto de los oteros
lixeiriña, lixeiriña. / ligerita, ligerita.

Como unha craba lixeira, / Como una cabra ligera,
para oir das campaniñas / para oír de las campanitas
 a batalada pirmeira. / la campanada primera.

A pirmeira da alborada, /  La primera de la alborada
que me traen os airiños / que me traen los vientecillos
por me ver máis consolada. / para verme más consolada.

Por me ver menos chorosa, / Para verme menos llorosa,
nas suas alas ma traen / en sus alas me la traen
rebuldeira e queixumbrosa. / juguetona y quejumbrosa.

Queixumbrosa e retembrando / Quejumbrosa y tiritando
por antre verde espesura, / por entre la verde espesura,
por antre verde arborado. / por entre el verde arbolado.

E pola verde pradeira, /  Y por la verde pradera, 
por riba da veiga llana, / sobre la vega llana,
rebuldeira e rebuldeira. / juguetona y juguetona.

III

Paseniño, paseniño, / Pasito a paso
 vou pola tarde calada / voy por la tarde callada
de Bastabales camiño. / de Bastabales camino.

Camiño do meu contento; / Camino de mi contento;
i en tanto o sol non se esconde / y en tanto el sol no se esconde,
nunha pedriña me sento. / en una piedrita me siento.

E sentada estou mirando / Y sentada estoy mirando
cómo a lúa vai saíndo, / cómo la luna va saliendo
cómo o sol se vai deitando / cómo el sol se va poniendo.

Cál se deita, cál se esconde / Ya se acuesta, ya se esconde
mentras tanto corre a lúa / mientras tanto corre la luna
sin saberse para dónde. / sin saberse para dónde.

Para dónde vai tan soia / Para dónde va tan sola
sin que a ós tristes que a miramos / sin que a los tristes que la miramos
nin nos fale, nin nos oia. / ni nos hable, ni nos oiga.

Que si oíra e nos falara, / Que si oyese y nos hablase,
moitas cousas lle dixera, / muchas cosas le dijera,
moitas cousas lle contara. / muchas cosas le contara.

 IV

Cada estrela, o seu diamante; / Cada estrella, su diamante; 
cada nube, branca pruma; / cada nube, blanca pluma;
triste a lúa marcha diante. / triste la luna marcha delante.

Diante marcha crarexando / Delante marcha clareando
veigas, prados, montes, ríos, / vegas, prados, montes, ríos,
onde o día vai faltando. / donde el día va faltando.

Falta o día, e noite escura / Falta el día, y noche oscura
baixa, baixa, pouco a pouco, / baja, baja, poco a poco,
per montañas de verdura. / por montañas de verdor.

De verduras e de follaxe, /  De verdor y de follaje,
salpicada de fontiñas / salpicado de fuentecillas
baixo a sombra do ramaxe. / bajo la sombra del ramaje.

Do ramaxe donde cantan / Del ramaje donde cantan
paxariños piadores / pajarillos piadores,
que ca aurora se levantan. / que con la aurora se levantan.

Que ca noite se adormecen / Que con la noche se adormecen
para que canten os grilos / para que canten los grillos
que cas sombras aparecen. / que con las sombras aparecen.

V

Corre o vento, o río pasa. / Corre el viento, el río pasa.
Corren nubes, nubes corren / Corren nubes, nubes corren
camiño da miña casa. / camino de mi casa.

Miña casa, meu abrigo; /  Mi casa, mi abrigo;
vanse todos, eu me quedo / se van todos, yo me quedo
sin compaña nin amigo. / sin compañía ni amigo.

Eu me quedo contemprando / Yo me quedo contemplando
as laradas das casiñas / las llamas del hogar en las casitas
por quen vivo sospirando. / por las que vivo suspirando.

Ven a noite..., morre o día, / Viene la noche..., muere el día,
as campanas tocan lonxe / las campanas tocan lejos
o tocar do Ave María. / el toque del Ave María.

Elas tocan pra que rece; / Ellas tocan para que rece;
eu non rezo, que os saloucos / yo no rezo que los sollozos
afogándome parece / ahogándome parece
que por min tén que rezar. / que por mi tienen que rezar.

Campanas de Bastabales, / Campanas de Bastabales,
cando vos oio tocar, / cuando os oigo tocar,
mórrome de soidades. / me muero de soledades.

(de Cantares gallegos, 1863)

martes, 13 de marzo de 2012

Poemas del Milenio XXXV

Michael Sowa

LO QUE DEJÉ POR TI
Rafael Alberti (1902-1999)


Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto al río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.

(de Roma peligro para caminantes, 1968)

Imagen: Michael Sowa

lunes, 13 de febrero de 2012

Poemas del Milenio XXXIV



LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

Gabriel Celaya (1910-1991)

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

(de Cantos íberos, 1955)

Fotografía: El blog de Sergio Cortés

viernes, 3 de febrero de 2012

Poemas del Milenio XXXIII



NOCHE

Vicente Huidobro (1893-1948)

Sobre la nieve se oye resbalar la noche
La canción caía de los árboles
Y tras la niebla daban voces

De una mirada encendí mi cigarro

Cada vez que abro los labios
Inundo de nubes el vacío

En el puerto
Los mástiles están llenos de nidos
Y el viento
gime entre las alas de los pájaros

LAS OLAS MECEN EL NAVÍO MUERTO

Yo en la orilla silbando
Miro la estrella que humea entre mis dedos

(de Ecuatorial, 1918)

miércoles, 11 de enero de 2012

Poemas del Milenio XXXII



XVIII
Lope de Vega (1562-1635)


¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

(de Rimas Sacras, 1614)

Ilustración: The Baroque Bohemian Cat's Tarot, written and dessigned by Karen Mahony, Alexandr Ukolov, baba studio.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Poemas del Milenio XXXI



ROMANCE DE ABENÁMAR Y EL REY DON JUAN


-¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida;
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:
-No te la diré, señor,
aunque me cueste la vida.
-Yo te agradezco, Abenámar,
aquesta tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!
-El Alhambra era, señor,
y la otra la mezquita;
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas cobraba al día,
y el día que no los labra,
otras tantas se perdía:
desque los tuvo labrados
el rey le quitó la vida
porque no labre otros tales
al rey de Andalucía.
El otro es Torres Bermejas,
castillo de gran valía;
el otro Generalife,
huerta que par no tenía.
Allí hablara el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
-Si tú quisieras, Granada,
contigo me casaría;
daréte en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
-Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.

(de Romancero, siglo XV)