Entre El Retiro y el Botánico se han exterminado unos dos mil gatos. Los parques de Madrid son el Dachau de los gatos. Pero el gato, misterioso y con ojos sobrenaturales, condesciende al ecosistema y mata brujas como ratas, insectos nocivos, y, sobre todo, pone su diseño, como una corchea, en la sorpresa del anochecer. ¿Por qué se matan tantos gatos?
La política que se lleva con los gatos es la misma que se lleva con las putas o con los inmigrantes. Una política de exterminio que no entiende o no quiere entender que los animales, los balseros, las hetairas, están ahí para algo, por algo, y que han estado siempre, antes que nosotros, del mismo modo que nos sobrevivirán. Hay procedimientos para todo como hay ya narcosalas para el drogado. La democracia supone una racionalización de estas cosas, porque lo otro es el fascismo de los gatos. En los circos hay incluso tigres domesticados, pero jamás nadie ha domesticado a un gato, aunque tenga fama de animal doméstico. El perro busca dueño y el gato busca casa, pero nunca se integra en el ritmo familiar. El gato es un asterisco o un señor egipcio que se ha quedado a vivir con nosotros, y piensa cuando duerme y observa cuando vela. El más civilizado de los animales puede volver al salvajismo en una semana. Pero se viste de felpa burguesa para que le demos la calderilla de una sardina.
El gran pintor maldito Ricardo Cristóbal ha pintado cientos de gatos. Teniendo los gatos delante, en casa, por supuesto, como fascinado baudeleriano de los gatos. En toda la historia del arte no hay un solo gato bien pintado. El perro es fácil de pintar porque tiene mirada humana, pero al gato le sale siempre, en los cuadros, cara de mono o de hombre. Sólo los gatos de Ricardo tienen orejas de gato, ojo alarmante de gato, y sobre todo esa celeridad de garra, ese desgarrón del aire que solamente consigue el gato. Va a pintar a mi gata Loewe, porque este pintor tiene el rasgo urgente y afilado que hace falta para tomar un gato del natural.
Siempre hemos dividido a los políticos en políticos de gato o de perro. Adolfo Suárez parece hombre de galgo castellano. Felipe González es gato él mismo. Aznar es persona de perro pachón que le pega sustos a la perrita histérica de su señora.
El perro supone una política canovista, aplaciente, y el gato supone una política olfateadora, aventurera, ágil y cazadora, instantánea y elegante. El gato es al tigre lo que el violín a la música. España necesita una política gatuna, más avizor y menos complaciente. Política de garra de terciopelo para que no se nos escapen los grandes aprovechones como se nos están escapando. Dos mil gatos sacrificados en Madrid, qué más da dónde y cuándo. Una burocracia que no tiene mejor receta que la muerte es una burocracia que se acerca al fascismo. Se principia matando al gato y se acaba degollando al dueño. Seremos europeos cuando aprendamos a amar a los animales. Aunque no está muy claro si el gato es un animal o un príncipe chino.
Francisco Umbral, Los Gatos
Foto: Roni, Laura Ferrés
Canta: Marc Parrot, Quiero ser silvestre
lunes, 13 de octubre de 2008
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