(1809-1849). El poema, escrito en 1849, no fue publicado hasta poco después de la muerte de su autor, ese mismo año. Como en muchas de sus obras, explora la temática de la muerte de una hermosa mujer, al que Poe califica como
.
, del cual fue uno de los primeros practicantes en su país. Fue renovador de la
. Considerado el inventor del
. Por otra parte, fue el primer escritor estadounidense que intentó hacer de la escritura su
, lo que tuvo para él consecuencias desastrosas.
Poe tenía una personalidad explosiva y cáustica, lo que le causó numerosos problemas a lo largo de su vida. Sin embargo, su amor por Virginia Clemm, su esposa, era “una especie de adoración hacia su belleza” según George Rex Graham, quien fuera jefe de Poe cuando éste era editor de una revista.
Virginia era prima de Poe. Se casaron secretamente en 1836, cuando ella tenía 13 años y él 27. Al ministro presbiteriano que los casó tuvieron que mentirle diciendo que ella tenía 21. Fueron una pareja feliz hasta que ella enfermó de tuberculosis en 1842. Después de cinco años de padecimientos, murió en 1847 a los 24 años. La vida de Edgar Allan Poe perdió el rumbo, y su desdicha se vió agravada por su mala situación económica, muriendo en extrañas circunstancias a los 40 años. Sus últimas palabras fueron “¡Que Dios se apiade de mi pobre alma!”.
Santiago Auserón hizo esta excelente adaptación del poema para el álbum de Radio Futura "La canción de Juan Perro" de 1987.
Annabel Lee
Fue hace ya muchos, muchos años,
en un reino junto al mar,
habitaba una doncella a quien tal vez conozcan
por el nombre de Annabel Lee;
y esta dama vivía sin otro deseo
que el de amarme, y de ser amada por mí.
Yo era un niño, y ella una niña
en aquel reino junto al mar;
Nos amamos con una pasión más grande que el amor,
Yo y mi Annabel Lee;
con tal ternura, que los alados serafines
lloraban rencor desde las alturas.
Y por esta razón, hace mucho, mucho tiempo,
en aquel reino junto al mar,
un viento sopló de una nube,
helando a mi hermosa Annabel Lee;
sombríos ancestros llegaron de pronto,
y la arrastraron muy lejos de mí,
hasta encerrarla en un oscuro sepulcro,
en aquel reino junto al mar.
Los ángeles, a medias felices en el Cielo,
nos envidiaron, a Ella y a mí.
Sí, esa fue la razón (como los hombres saben,
en aquel reino junto al mar),
de que el viento soplase desde las nocturnas nubes,
helando y matando a mi Annabel Lee.
Pero nuestro amor era más fuerte, más intenso
que el de todos nuestros ancestros,
más grande que el de todos los sabios.
Y ningún ángel en su bóveda celeste,
ningún demonio debajo del océano,
podrá jamás separar mi alma
de mi hermosa Annabel Lee.
Pues la luna nunca brilla sin traerme el sueño
de mi bella compañera.
Y las estrellas nunca se elevan sin evocar
sus radiantes ojos.
Aún hoy, cuando en la noche danza la marea,
me acuesto junto a mi querida, a mi amada;
a mi vida y mi adorada,
en su sepulcro junto a las olas,
en su tumba junto al rugiente mar.
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