Un día como hoy hace 27 años fallecía en Nueva York Lotte Lenya, actriz y cantante austriaca, nacida en Viena en 1900.
“A los 24 años, el joven Kurt Julian Weill -cuya natural timidez ya sumaba la afrenta de su prematura calvicie- conoció a una muchacha dos años mayor que él llamada Lotte Lenya.
Enseguida, el músico de aguda inteligencia y melancólica personalidad se deslumbró con el encanto y la energía de esa mujer no precisamente hermosa pero sensual e independiente. Cantante y actriz, Lotte tenía una de las virtudes que Kurt más declaraba apreciar, por esa época, en las mujeres: no sabía música pero tenía un talento musical natural.
En 1926, Weill se casó en el registro civil de un barrio berlinés con Karoline Charlotte Blamauer (Lotte Lenya), la mujer a la que amó toda su vida y con la que mantuvo un vínculo atípico, intenso y duradero.
Ella popularizó muchas de las composiciones de él, particularmente las que había creado en colaboración con Bertolt Brecht, como “Ascensión y caída de la ciudad de Mahagonny”, “Happy End” o “La ópera de tres centavos”.
Exiliados en París, adonde habían llegado huyendo de la Alemania nazi, estrenaron en 1933 la última obra realizada en colaboración con el dramaturgo alemán: “Los siete pecados capitales”.
Ambos toleraron las recíprocas infidelidades en la probable certidumbre de que lo que los unía era más invulnerable que cualquier aventura. Las diferencias que los separaban tal vez hayan hecho de cada uno el complemento perfecto del otro.
Lotte había sufrido el castigo físico cotidiano de un padre alcohólico. A los tres años la despertaba cuando llegaba al hogar y la arrancaba de su cuna para que cantara y bailara para él sobre la mesa (estaba obligada a reemplazar, en esas aptitudes, a su hermana muerta). Apenas adolescente, la chica descubrió que prostituyéndose era posible experimentar a veces la hasta entonces desconocida y placentera sensación de la caricia masculina y hasta sumar a escondidas los ahorros necesarios como para costear su independencia y su ingreso al mundo del teatro y del cabaret, para el que tenía dotes vocales e histriónicas.
Nacido en el seno de una familia burguesa acomodada, Kurt entregó el mayor caudal de su erotismo a la música. “¡Ya sabes que después de mi música tú eres lo más importante!”, le escribió, con sincera ingenuidad, después de uno de sus frecuentes períodos de soledad reflexiva y creadora.
En más o menos apasionadas relaciones con otros hombres y a veces también con mujeres, ella buscó compensar lo que para su avidez afectiva era la frialdad de Weill. Se separaron en el oscuro 1933, año del ascenso de Hitler al poder. Pero mantuvieron una relación de respeto y afecto. La persecución nazi los volvió a juntar: en 1935 se embarcaron rumbo a Nueva York y dos años después volvieron a casarse.
Kurt desarrolló una carrera profesional exitosa en Estados Unidos. Lotte logró imponerse como una auténtica estrella. Los críticos más exigentes la elogiaron por la fascinación de muchos de sus trabajos, como su papel protagonista en el musical “Cabaret”. También grabó discos e hizo algunos papeles menores en el cine, quizás el más recordado sea el de la "malvada" archi-enemiga de Bond, James Bond, en “Desde Rusia con amor”.
En 1950 Kurt Weill murió a consecuencia de problemas circulatorios y cardíacos. El biógrafo de Lenya, Donald Spoto, cuenta en su libro “Lotte Lenya, una vida” que el 3 de abril, día que murió Kurt, él preguntó: “¿Me amas, Lenya?”. Y que ella, sosteniendo su mano, le dijo: “Sólo a ti”. Y debía ser cierto. Cuarenta y un años después, en 1981 (según el mismo Spoto), ella susurraba “Kurt...” antes de su propio final.”
Fotografías de Lotte Lenya:
Lotte Jacobi, 1928
Gerard Malanga, 1974
Retrato de Bertolt Brecht de Rudolf Schlichter, 1926-27
Fuente: Clarín.com
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