"Óscar no yerra. Parece que sabe cuándo los pacientes están a punto de morir", dice David Dosa, el médico que esta semana publicó un estudio sobre Óscar en The New England Journal of Medicine. Como todos los gatos, a Óscar le gusta holgazanear y que lo alimenten. Pero desde que las enfermeras del geriátrico lo sacaron de la calle, tiene un trabajo: impasible, cada día recorre los pasillos de lal tercera planta y entra en las habitaciones de los enfermos terminales.
Allí, la mascota empieza su ritual. Por muy mal que estén los pacientes, si no percibe la inminencia de la muerte, no les hace caso. Los mira, olfatea la estancia y se va. Pero a veces Óscar sube a la cama del enfermo, lo olisquea, se acurruca junto a él y ronronea. Invariablemente, horas después, cuatro a lo sumo, el enfermo fallece. "El gato siempre se las arregla para aparecer y siempre lo hace en las últimas horas", explica Joan Teno, doctora del geriátrico.
Allí, la mascota empieza su ritual. Por muy mal que estén los pacientes, si no percibe la inminencia de la muerte, no les hace caso. Los mira, olfatea la estancia y se va. Pero a veces Óscar sube a la cama del enfermo, lo olisquea, se acurruca junto a él y ronronea. Invariablemente, horas después, cuatro a lo sumo, el enfermo fallece. "El gato siempre se las arregla para aparecer y siempre lo hace en las últimas horas", explica Joan Teno, doctora del geriátrico.
Al principio, el personal médico pensó que era casualidad. Pero ahora, cuando descubren que Óscar ronronea a un paciente, las enfermeras se apresuran a llamar a los familiares. Algunos parientes quieren que Óscar se quede con ellos, ya que creen que su presencia reconforta a unos moribundos que hace tiempo que dejaron de saber dónde estaban. Otros, sin embargo, piden que el gato agorero sea desalojado. Y entonces, Óscar se pone hecho una furia: maúlla, araña la puerta de la habitación, se pasea arriba y abajo sin alejarse del lecho de muerte. Invariablemente, esté fuera o dentro, cuando el paciente expira, el felino se retira. En el geriátrico hasta le han dedicado una placa: "A Óscar el gato, por su compasivo cuidado de los pacientes".
Cuentan quienes lo conocen que Óscar parece un gato normal. Se deja acariciar, pero no es especialmente simpático ni cariñoso, sino más bien distante y en ocasiones hasta gruñón. Se sabe que los gatos pueden sentir que sus dueños están enfermos, intuir los cambios de clima y predecir terremotos. Pero los especialistas en comportamiento animal citados por la prensa estadounidense están perplejos con Óscar. A lo mejor el gato detecta algún sutil cambio en el metabolismo de los enfermos, pero lo que es chocante es que muestre tanto interés por los moribundos. "Puede que haya alguna explicación química", aventura Teno.
Ya se lo habíamos advertido: la razón científica del romance de Óscar con la Dama de la Guadaña es menos evocadora.»
Noticia publicada el 27 de julio del 2007 en la edición impresa de El Periódico de Catalunya.
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