viernes, 25 de marzo de 2011
La historia de un sufrido hijo de puta
Una noche llegó piel y huesos a mi puerta, mojado, apaleado, temeroso
era un gato blanco bizco sin cola,
lo dejé entrar, lo alimenté,
fue uno más en la casa,
desarrolló hacia mí cierta cariñosa confianza,
hasta que un buen día un conocido estacionándose en mi cochera pasó con su auto por encima del gato blanco bizco sin cola,
de inmediato llevé lo que quedaba de él a un veterinario, que dijo:"no hay mucho por hacer, dale estas pastillas… su espinazo está aplastado, pero fue aplastado anteriormente y de algún modo logró sanar, si sobrevive no volverá a caminar, mira estas radiografías, le metieron un escopetazo, mira estos puntos oscuros son perdigones enquistados… además, alguna vez tuvo una cola y alguien se la cortó”…
me llevé el gato a casa,
era un verano caliente,
uno de los más calientes en décadas,
puse al gato en el piso del baño,
le serví agua,
sus pastillas,
no deseaba comer ni beber agua,
yo sumergía mi dedo en el agua, le humedecía la boca, el hocico y le hablaba,
ese verano no fui a ningún lado,
pasé muchos días de ese verano en el baño hablándole,
acariciándolo suavemente,
él me miraba con esos ojos que se le entrecruzaban,
mientras tanto pasaban los días,
una tarde realizó su primer movimiento arrastrándose con sus patas delanteras
(las traseras no querían moverse)
llegó hasta el rincón donde yo había preparado su cama,
se arrastró un poco más y se dejo caer en ella,
fue para mí como el sonido de un clarín presagiando la victoria posible,
aturdiendo el baño,
desparramándose por la ciudad,
yo le conté entonces a ese gato -que lo había pasado mal también, no tan mal, pero bastante mal…
una mañana se irguió,
se paró sobre sus patas cayendo luego de espaldas,
me observaba mansamente.
"Lo puedes hacer" le dije.
Él insistió,
se levantaba y volvía a caer,
una y otra vez,
finalmente caminó unos pocos pasos,
era la viva imagen de un borracho,
sus patas se negaban a obedecerle,
cayó nuevamente,
descansó y nuevamente se levantó.
Ustedes conocen el resto de la historia: está mejor que nunca, bizco casi sin dientes, pero ha recuperado su gracia, y esa mirada de sus ojos, pícara, no lo ha abandonado…
Algunas veces me hacen entrevistas,
ellos desean saber de mi vida, de mi literatura,
yo me emborracho,
alzo en brazos a mi gato bizco,
herido de bala,
atropellado dos veces,
sin cola
y digo: "¡¡¡miren, miren esto!!!"
Ellos no entienden nada, insisto, nada de nada,
Preguntan algo por el estilo de: "¿reconoce usted influencias de Celine?"
"No" Levanto mi gato, "por lo que sucede, por cosas como esta, ¡¡¡como esta!!!"
Sacudo a mi gato, lo llevo hacia la luz brumosa por el humo y el alcohol,
está relajado, él sabe…
Este es el momento en que la entrevista finaliza, a veces me siento orgulloso cuando miro las fotografías, ahí estoy yo, ahí está mi gato, hemos sido retratados juntos él también comprende que son idioteces, pero que de alguna manera te ayudan.
Charles Bukowski
Ilustración: Robert Crumb
Etiquetas:
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Puro Gato,
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2 comentarios:
Preciosa historia la tuya con tu valiente gato. mis felicitaciones.
Gracias, pero ni el texto ni el gato son míos.
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