jueves, 2 de septiembre de 2010

El Rey de los Gatos

El rey de los gatos

Ya sabemos que los gatos son animales un tanto misteriosos: van y vienen a su gusto, y ni siquiera su dueño puede saber con seguridad dónde han estado, ni a dónde piensan ir, ni mucho menos qué ideas pasan por su pequeña cabecita. No en vano, la tradición los asocia a las brujas y a los magos.

Una inquietante sospecha acerca de nuestros amigos felinos, a la cual dan forma varias leyendas y narraciones populares, es la de que llevan una vida secreta, que entre los gatos existe una estructura social compleja y análoga a la nuestra, acerca de la cual no sabemos nada porque ellos la mantienen oculta.

Dos jóvenes de Edimburgo habían alquilado una pequeña casa en un lugar remoto al norte de Escocia, para pasar allí el otoño cazando en los bosques. Junto a ellos vivía una anciana a la que habían contratado para que les hiciese la comida, así Susan Herbertcomo el gato de esta y varios perros.

Normalmente, ambos jóvenes salían a cazar juntos, pero una tarde uno de ellos prefirió quedarse en casa. Así que el otro cogió su escopeta y partió sólo en dirección al bosque, prometiendo que regresaría antes de la puesta del Sol.

Sin embargo, pasaron las horas y no aparecía. Su amigo esperaba cada vez más preocupado. Ya se había hecho de noche y quedaba muy atrás la hora habitual a la que cenaban, cuando, finalmente, el cazador regresó. Traía el rostro muy pálido y aspecto de estar exhausto. Hasta que no hubieron cenado, no accedió a contar a su amigo lo que le había sucedido. Estaban sentados frente al fuego, con los perros tumbados a sus pies y el gato negro de su cocinera adormecido entre ellos, cuando comenzó a hablar:

“Bien, quieres saber qué ha ocurrido para que haya llegado tan tarde, y te lo contaré, pero has de saber que se trata de algo tan extraño que ni yo mismo estoy seguro de que haya Susan Herbertacontecido en realidad.

Me encontraba en el camino del bosque, apenas a unos veinte minutos de aquí, cuando descendió una espesa niebla que me hizo perder completamente el sentido de la orientación. Intenté ubicarme y regresar en dirección a la casa, pero, al parecer, no hice más que adentrarme entre los árboles. Para mi desesperación, no tardó en hacerse de noche.

De repente, me pareció ver una luz moverse entre la niebla y la creciente oscuridad. Decidí seguirla a ver si me conducía a algún lugar habitado. Ya había avanzado unos cien metros tras ella cuando se apagó. Como estaba justo al lado de un roble de aspecto robusto, me subí a él a ver si desde algo más arriba era capaz de volver a divisar la misteriosa luz. Y vaya si lo hice.

Resulta que estaba justo al otro lado del árbol. Desde las ramas vi bajo mi posición ―y aún no entiendo muy bien cómo puede ser esto― lo que parecía una iglesia. Se oían cánticos, y alcancé a ver que se estaba celebrando un funeral, pues había un ataúd rodeado de antorchas.
Susan Herbert Pero quienes llevaban esas antorchas…, oh, amigo mío, no me creerás cuando te diga quiénes portaban aquellas antorchas.”

Y ahí detuvo el joven su narración, alegando que le tomaría por un loco si contaba el resto de la historia. Pero, tanto le insistió su amigo para que concluyese el relato que, al final, acabó accediendo. La expectación flotaba en el ambiente, e incluso el gato de la cocinera parecía escucharles con extremada atención, casi como si pudiese entender lo que decían.

“De acuerdo, pues esto es lo que sucedía: las manos que sujetaban las antorchas y el ataúd eran pequeñas y peludas y tenían las uñas afiladas. ¡Sus propietarios eran gatos, te lo juro, gatos! ¡Y sobre la tapa del ataúd había grabadas una corona y un cetro!”

Al decir esto, se originó un tremendo caos en la habitación: el gato negro de la cocinera comenzó a correrGarfield dando vueltas por las paredes a una velocidad inverosímil, y a los dos hombres les pareció oírle exclamar con una voz extraña pero perfectamente comprensible:

“¡Por Júpiter, el viejo Pete ha muerto. ¡Ahora yo soy el Rey de los Gatos!”.

Tras lo cual se dirigió hacia el fuego, lo esquivó con un hábil salto y desapareció chimenea arriba. Nunca más lo volvieron a ver…

Ilustraciones 2, 3 y 4: Susan Herbert

Garfield Rey por Jim Davis


Fuente: Sobreleyendas

2 comentarios:

Rocío González dijo...

Hay que increíble historia, preciosa. Mi maestro de narrativa con frecuencia ataja mis narraciones magicas jajajaja así que cuando leo una ¡me lleno de felicidad!
Gracias, las imagenes y las letras danzan en armonía y belleza.
Un beso
Ro

Cati dijo...

¿Y por qué te las ataja?