miércoles, 13 de enero de 2010

El último tango

El último tango en París
El último tango en París es una película impresionante. Al márgen de la extraordinaria polémica que despertó en el momento de su estreno, permanece como una de las obras de arte del cine del último cuarto del siglo XX, y todo ello gracias a un cóctel de alta calidad, difícil de igualar: un director, Bernardo Bertolucci, famoso por sus adaptaciones de obras literarias y películas de alto contenido político y social; un productor comprometido, Alberto Grimaldi; un fotógrafo, Vittorio Storaro, que sabe captar las tonalidades más oscuras del alma humana y sus actos más violentos como lo hizo después en Apocalypse now; un músico de jazz deslumbrante, «Gato» Barbieri, que supo contar el misterio y la sensualidad que hay en la soledad y la desesperación existencial, y un par de actores aparentemente antitéticos pero que representaban a la perfección las dos generaciones que se encuentran en la cinta: el gran Marlon Brando y Maria Schneider.

Bernardo Bertolucci, acertó al considerar que la música de la misma debía ser una protagonista más. El encargado de conseguirlo fue Leandro «Gato» Barbieri, un músico de jazz argentino que creó así una de las mejores bandas sonoras de la historia del cine.
Gato Barbieri
Barbieri tuvo que cambiar su método de trabajo al tener que componer frames (momentos musicales de pequeña duración), junto a un fuerte tema principal, que aparece arreglado de tres formas distintas, como balada, como tango y como un vals, sabiendo aprovechar al máximo la sensualidad del saxo para aportar a la historia una gota más de tristeza.

Un hombre maduro, Paul, de 45 años, y una joven, Jeanne, de casi 20, se encuentran en una visita a un piso en alquiler. Allí mantienen relaciones sexuales, comprometiéndose a no dar sus nombres ni hablar de sus pasados. La ciudad de París, una ciudad todavía conmocionada por el Mayo del 68, es el telón de fondo para la aventura, una profunda y dolorosa reflexión sobre la soledad.

Los dos personajes adquieren tales connotaciones de verosimilitud, de veracidad ante el espectador, que lograron conmocionar al público. Y no sólo por las escenas de sexo, sin duda duras para la sensibilidad de la época, sino también por la cruda trama argumental.

Bertolucci, Brando y SchneiderLejos de la famosa escena de la «mantequilla», El último tango en París es un certificado de defunción de la burguesía que había producido dos Guerras Mundiales y de «propina» las de Corea y Vietnam, un anticipo desesperado de lo que estaba por venir: el desencanto. Paul (el burgués desesperado, confuso, que acaba de ver cómo su mujer se ha suicidado) es el que paga el pato; Jeanne, la nueva generación, representa las nuevas pautas de conducta, la nueva moralidad o amoralidad, la fuerza para vivir y construir una sociedad que supere las rémoras éticas del pasado. Todo ello, acompañado por la presencia soterrada de la muerte que cierra de manera fulminante la cinta.

En esta controvertida película, al margen del sexo, hay dos personajes que se miran entre sí sin tapujos, sin falsa «educación», desprovistos de la pátina de los convencionalismos, solos ante la realidad que determina la condición humana: el sexo y la muerte. Y ver eso duele...



Fuente: Almiar

2 comentarios:

Rocío González dijo...

Cuanta información, un post muy dedicado, sin duda la dirección de una película es determinante, y Bertolucci se distingue.

Gracias por compartir.
Un beso de
Ro

Cati dijo...

Gracias a ti, Ro, por tu fidelidad a este blog. Un beso.